El aniversario del Sireno

VIGO CIUDAD

La emblemática escultura de Francisco Leiro, originalmente bautizada como «Homínido», cumplirá en unos meses 25 años en la Porta do Sol

05 oct 2015 . Actualizado a las 11:18 h.

La popularidad de la Dinoseta no debería hacernos olvidar al Sireno. Como en las viejas películas de serie B japonesa, como King Kong versus Godzilla (Ishiro Honda, 1962), los dos monstruos de la Porta do Sol luchan por ganarse el corazón de los vigueses. Se trata de un juego contradictorio, porque el bicho más moderno es del Cretácico. Y el más antiguo es más moderno.

La Dinoseta llegó este año con ánimo de quedarse. De hecho, su tocólogo de cabecera, Abel Caballero, acaba de anunciar que está preñada y que pronto pondrá dos huevos que, al eclosionar, darán a luz dos dinosetitos. Hay que reconocer que todo este culebrón es una genialidad, pero como no le pongamos freno vamos a terminar montando en la ciudad un Parque Jurásico.

Mientras nuestro T-Rex de boj se hace popular, incluso con perfil propio en Facebook, el Sireno pone cara de que la Dinoseta es flor de un día. Sigue mirando al mar con expresión de pasmado, ignorando a la flamante celebrity de la plaza de la Princesa.

Pero no deberíamos olvidar al Sireno. Porque, además, en unos meses va a cumplir sus bodas de plata (y nunca mejor dicho) con la ciudad. Porque la escultura de Leiro fue inaugurada en la primavera de 1991, poco antes de las elecciones municipales en las que Esquerda Galega y BNG obligaron a dimitir a Soto y pusieron en su lugar como alcalde a Carlos Príncipe, que iba como número 2 en la lista socialista.

Desde su misma inauguración, el Sireno fue controvertido. En realidad, la obra se llamaba Homínido. Pero ha terminado saliendo en los catálogos de arte con el bautismo popular que le hicieron los vigueses. Es inolvidable una viñeta de Quesada en la que una madre reprendía a su hijo: «Como no te portes bien, va a venir el Sireno».

Cuenta Manoel Soto que Francisco Leiro se mostraba temeroso antes de presentarle la obra. Pero al alcalde le encantó: «Cando vin o Sireno souben que era unha gran obra de arte que prevalecería», declaró recientemente en entrevista a María Jesús Fuente.

«A nivel popular non había forma de explicalo e había críticas», reconoce Soto, quien atribuye a su entonces concejal de Cultura, Paco Santomé, el nombre popular de la escultura. Harto de aclarar dudas sobre su nombre y significado exclamó: «¡Es un sireno!»

«Se non me tivera gustado estaría igual aí porque é necesario respectar aos artistas e darlles absoluta liberdade, aínda que hai que asumir a responsabilidade de escollelos», afirma Soto.

A veces se ha intentado denominar a la escultura en galego, como Sereo, pero no ha cuajado. Un apodo popular no tiene por qué estar relacionado con un idioma concreto. El Sireno es Sireno también en la lengua propia de Galicia. Es ridículo intentar traducirlo.

Lo seguro es que su popularidad ha trascendido y llega ya a los libros de arte. Javier Montero Pérez, autor de la monografía O bestiario de Francisco Leiro, le pone hermosas palabras a la obra del escultor cambadés: «A veces sus criaturas sienten la imperiosa necesidad de encontrar su sitio, de volver al universo al que alguna vez pertenecieron antes de ser travestidos, antes de que el teatro del mundo corrompiese el estado original de las cosas. O Sireno (1991), extraño híbrido entre hombre y pez, se yergue sobre el asfalto humano para buscar inútilmente su mar Atlántico, aquel del que nace la vida y la magia, vehículo de tantos misterios y sueños galaicos que nosotros, el hombre moderno, fuimos con el tiempo olvidando».

Montero filosofa con los mitos que representa el Sireno: «Tal vez sea este abandono de la memoria legendaria, del origen fabuloso de los tiempos, el que nos empuje a despreciar su extraña figura y reírnos de la tragedia que lo ata para siempre a los pilares de nuestro mundo».

Con el paso de los años, el Sireno ha ido ganando adeptos. En 1991, logró algo inusual: unir a la ciudad. Todos estaban de acuerdo en que aquella escultura era un adefesio. Pero el tiempo ha puesto al hombre-pez en su lugar. Y la impresión actual es que tiene una inmensa mayoría de adeptos.

Así que continuamos con la sacrosanta misión de recordar a nuestros próceres que no olviden los aniversarios. Que las ciudades también se construyen con su memoria común. Y, en pocos meses, el Sireno cumplirá 25 años. Se merece un gran homenaje.

eduardorolland@hotmail.com

Según Manoel Soto, al principio Leiro estaba temeroso de enseñarle la obra