El frustrado primer ascenso del Celta

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Pacheco

Vigo vivió durante semanas un ambiente de optimismo por la llegada a la Primera División

01 sep 2015 . Actualizado a las 12:48 h.

El fútbol se adueñó de la ciudad a comienzos del verano de 1934. Durante varias semanas, el deporte rey estaba presente en todas las tertulias. El motivo era la posibilidad de que el Real Club Celta se convirtiera en el primer equipo gallego en jugar en Primera División, a pesar de que culminara la competición de Segunda en puestos alejados del ascenso. En aquel año, la Federación Española trataba de ampliar el número de equipos en Primera División. Desde su creación en 1928, la máxima competición contaba con diez clubes.

Federación y clubes crearon una comisión para estudiar la ampliación, que conllevaría cambios importantes en las categorías inferiores.

El Real Club Celta de Vigo acabó aquella temporada 1933/34 como cuarto clasificado en la Segunda División.

«Nunca se ha presentado a los célticos mejor oportunidad que la que se le ofrece para colocarse en la división de honor», se podía leer en El Pueblo Gallego el 1 de julio. Se refería el periodista al primer partido del enfrentamiento con el Zaragoza Foot-Ball Club que podría dar el ascenso al ganador. No era un hecho porque no se había acordado aún la ampliación a catorce equipos, pero la Federación Española estaba confiada en esta posibilidad y ordenó la celebración de la eliminatoria. Los dos equipos fueron los únicos que aceptaron jugar la promoción de ascenso.

El primer encuentro se celebró en Balaídos, entonces conocido como el Stadium, y concluyó con un esperanzador cuatro a dos a favor de los vigueses. Nolete, Polo, Gonzalito y Pirelo convirtieron sus respectivas acciones en goles, mientras que Bilbao cobró los dos tantos para el equipo visitante. El Celta había jugado un primer tiempo magnífico y el resultado pudo haber sido más amplio de no ser porque Lerín, el portero zaragocista, «paró todo lo parable».

El domingo 8 de julio esperaban los maños en el campo de Torrero, en la capital aragonesa. Lilo, Capesto, Valcárcel, Armando, Vega, Piñeiro, Venancio, Gonzalillo, Machicha, Pirelo y Polo fueron los jugadores que formaron aquel día con los colores celestes.

Machicha fue el protagonista céltico con los dos goles conseguidos. Tomás reduciría las distancias y obligaría al Celta a jugar los últimos minutos del encuentro en su terreno. Al final, el equipo vigués consiguió el puesto que podría dar el anhelado ascenso a la principal división española, pero aún quedaba la decisión final de la Federación y de los doce clubes que ya disfrutaban de la máxima categoría. A partir de entonces empiezan las especulaciones sobre qué pasaría en la reunión definitiva que se celebraría en San Sebastián a mediados de mes. Los jugadores del Celta fueron objeto de un multitudinario homenaje en el parque recreativo de A Barxa. Se celebró el domingo 15 de julio y consistió en un banquete seguido de una fiesta en «las amplias pistas de baile».

La cena comenzaba a las diez de la noche y el plato costaba diez pesetas. La coral de San Lorenzo colaboró en el homenaje, al igual que las empresas Álvarez y Bastida. «Este banquete a los jugadores célticos tiene también el carácter de homenaje a la mujercita viguesa, por sus voces de aliento durante los partidos en que juega nuestro glorioso equipo y, por eso, aun cuando tenga la entrada gratis, tienen el derecho a proveerse a la entrada de un número con el fin de optar a los premios de la rifa», se podía leer en El Pueblo Gallego.

El jarro de agua fría cayó sobre los ánimos vigueses el 18 de julio. Ese día, en San Sebastián, tenía lugar la asamblea extraordinaria de la Federación Nacional de Fútbol. La votación fue muy ajustada pero suficiente. Los antiponencistas, es decir, los contrarios a la ampliación de la liga a catorce equipos, obtuvieron 98 votos a favor. Contra ellos se manifestaron 37 delegados y otros siete se abstuvieron.

Conocido el resultado, el delegado del Real Club Celta echó en cara al del Atlético de Madrid su decisión contraria y recomendó que sus jugadores no visitasen Vigo porque «sufrirían las consecuencias de su actitud». Las protestas oficiales también fueron inútiles. En esta temporada jugarían en Primera doce equipos. La federación dejaba en la élite al Arenas, que había descendido, y permitía el ascenso del Sevilla y del Atlético de Madrid. La Segunda División, en donde militaría el Celta, se complicaba más porque se formaban tres grupos de ocho equipos cada uno, atendiendo a criterios de proximidad. El Celta quedó primero en su grupo pero no logró ascender. Eso ocurriría en junio de 1936, aunque el equipo vigués se vio obligado a esperar a que concluyera la guerra para debutar por fin en la máxima categoría del fútbol español. Aquel equipo contaba con varios jugadores que habían ganado al Zaragoza.