Una mayoría absoluta da para mucho, y si encima se sale de madre, para casi todo. Feijoo fue el primero en darse cuenta, con su marcha atrás, y su correligionaria Pastor la segunda, que hizo lo propio días después. Ambos, que forzosamente siguen la actualidad viguesa, lo están comprobando estos días cuando observan como regidor tras regidor acuden al despacho del megaalcalde victorioso para desearle lo mejor y darle un refuerzo que ahora mismo casi le sobra.
En pleno éxtasis, al triunfador hay pocas cosas que se le resistan, ni siquiera tabúes como la conveniencia de reducir impuestos en plena salida, esperemos, de la crisis. Tampoco subirlo por encima de lo que era costumbre en el Concello vigués, o sea, el IPC del año anterior.
Este consenso eliminó en los últimos lustros polémicas anuales en Vigo, donde cada regidor y su gobierno optaba, según el año, por un aumento diferente conforme a sus intereses o donde le soplara el viento. Adoptado el IPC, el dato era ley. Así lo fueron haciendo los últimos alcaldes, incluido el actual, que ateniéndose al dictado ipecero en el 2010 bajó los impuestos un 0,2 %.
Pero 17 concejales dan para mucho. Y la lejanía de las elecciones municipales, que llegarán en 45 meses, en mayo del 2019, todavía para más. En esas condiciones, ha optado por enderezar un poco los ingresos y olvidarse de que ahora mismo la vida está bajando, los mismo que los sueldos, para la mayoría afortunada que dispone de un trabajo, y de los demás ni hablemos.
Y como además tiene la suerte de que el embrollo del hospital se lio ayer un poco más, pues una subida cuando tocaba bajada de impuesto pasó un poco más desapercibida. ¿Qué el acuerdo para aplicar el IPC era siempre el del año anterior? Eso no figura en ningún sitio y si quiere recuperar lo perdido, puede hacerlo.
Por ahora, sin duda.
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