El PP trata de digerir el castigo en Vigo y la pérdida de la Diputación

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

La candidata evita comparecer tras el peor resultado de la historia

26 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando la campaña entraba en su recta final, el PP entró en la fase de minimización de daños. Descartada ya la posibilidad de ganar, los populares se lanzaron a la guerra menuda, a arañar votos. Se marcaron dos objetivos. Uno era evitar la mayoría absoluta de Caballero, aunque sin mucha fe, agarrándose al enorme peso que las encuestas reservaban todavía a los indecisos. El otro era conservar la Diputación de Pontevedra, símbolo del poder local del partido. El complejo sistema de reparto de los entes provinciales señalaba a Vigo y Tui como lugares donde se disputaba el partido. Pues bien, el PP no cumplió ninguno de sus objetivos de mínimos.

El resto de los datos son conocidos: los populares perdieron 32.700 votos, algo más de la mitad de los que tenían, y pasaron de 13 a 7 concejales, en el que es el peor resultado de su historia. Así que la sensación generalizada es de una enorme desazón. Hasta el punto de que ayer no compareció nadie del partido para ofrecer un análisis de la situación. En la misma noche electoral del domingo, la candidata, Elena Muñoz, no puso paños calientes al «duro mensaje» de la ciudadanía. Pero ayer no se celebró ninguna reunión de la candidatura, solo encuentros y conversaciones de la número uno de la lista con algunos de los suyos.

La candidata tampoco quiso dar la cara y comparecer ante los medios para ofrecer un análisis más sosegado que el presentado en la noche electoral. Ayer se reunía el comité electoral nacional y en el PP dejarán que después lo haga el comité gallego para, solamente más tarde, reunir al partido en Vigo y comenzar la reconstrucción.

Y no es un trabajo menor. El PP tiene que digerir el peor resultado de su historia. La tristeza era visible el domingo por la noche y se agravó, según fuentes del partido, cuando quedó clara la pérdida del poder provincial, que ostentaban desde 1983.

De modo que no existen los análisis oficiales todavía, pero sí los oficiosos. En ellos, todos los consultados coinciden en dos elementos claves. Uno es la tardanza en nombrar un candidato: «Dio la impresión de que a la dirección del partido en Santiago le daba igual Vigo durante tres años y después ni se molestaron en que no se notase que la designación era impuesta», señala un veterano.

El otro elemento es la gestión de la labor de oposición en el mandato que ahora muere y, sobre todo, el cuestionado pacto presupuestario. En el PP ya ha quedado claro que el pacto que abrazaron con fervor hace solo un año se convirtió en un error político. Los populares marcaron líneas rojas que, salvo una modesta bajada de impuestos, no se cumplieron: el recibo del agua por consumo real, la Ciudad de la Justicia, la desaparición de los organismos autónomos, el transporte metropolitano y el pago de las acometidas eléctricas para el nuevo hospital. El PSOE se saltó los acuerdos, aunque contó con sus presupuestos y gozó de estabilidad en el último año del mandato. Por eso, tras la tormenta electoral, en el PP lamentan aquella jugada política.

Ahora toca gestionar su crisis.