Los primos de los dinosaurios

Antón Lois VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Amigos da terra

El lagarto ocelado formaba parte hace años de la alimentación de algunos vigueses, tal como recuerdan algunas personas ancianas entre la zona de Beade y Candeán

24 may 2015 . Actualizado a las 08:58 h.

Pues será que en asuntos artísticos con naturaleza por medio somos seres primarios, a medio pulir, pero confesamos que nos gustan los arbustos así, con forma de arbusto, y los árboles con forma de árbol. No es por desmerecer a los olivos con más tronco que ramas, ni por supuesto al ya famoso «setosaurio» itinerante, pero conste que puestos a ver primos de los dinosaurios paseando por Vigo existen mejores referentes.

El caso es que con fijarse un poco, especialmente ahora que empieza a apretar el calor, podemos descubrir bastantes saurios, que esa es su familia biológica. En Vigo y como ejemplo representativo, nada mejor que nuestro vecino el lagarto ocelado. Nuestro dinosaurio local tiene unos bonitos discos azules en el dorso, los ocelos que justifican su apellido, y puede llegar nada menos que a medio kilo de peso y noventa centímetros de longitud. Supera ampliamente en tamaño y peso a sus primas, las lagartijas, de las que en Vigo tenemos también amplia representación, con al menos tres especies distintas y que podemos ver con frecuencia.

Sin ir más lejos imagínense si serán irresponsables que incluso hoy mismo pueden ver lagartijas tomando el sol en los muros laterales del Concello. Pero el lagarto ocelado es sin duda el mayor de nuestros lagartos y con esas características, siendo diurno además, comprenderán que es difícil pasar desapercibido.

La consecuencia ya se la imaginan, en efecto especie en peligro de extinción y estrictamente protegida por la ley.

En la actualidad su principal problema es la pérdida de hábitats y los efectos de los pesticidas, pues son fundamentalmente insectívoros, pero en tiempos se añadía que formaban parte de nuestra dieta.

Sabor

Hace años, siguiéndoles la pista, conocimos a algunos ancianos entre Beade y Candeán que recordaban haberlos comido de jóvenes en los tiempos de escasez. Ambos coincidían en la crítica gastronómica: «Home, ben o que se di ben non sabían, pero non tendo outra cousa...», reconocían.

El carácter de nuestros amigos es un poco difícil de llevar. Tienden a ser huidizos cuando se les molesta, pero si se ven acosados, o se nos ocurre la mala idea de echarles la mano encima, reaccionan mordiendo, y con mala leche, debemos reconocer. Carecen de veneno y su mordedura no implica peligro alguno, pero aprietan y no sueltan, damos fe de ello. Por lo demás, toleran relativamente la presencia humana, aunque cada cual a lo suyo. Les gustan especialmente las zonas de rocas y vegetación arbustiva, por lo que son una más de las especies que hemos desahuciado de la ciudad. En particular, los últimos ejemplares que vimos en el casco urbano los encontramos en Guixar, en una enorme finca de una conservera abandonada; una de esas zonas de solares que consideramos sucias y abandonadas, cuando desde otro punto de vista son los últimos reductos para la vida silvestre que resisten a la humanización granítica o el ajardinamiento con «setosaurios». En la actualidad ese solar es un almacén de contenedores y, por supuesto, los lagartos ocelados desaparecieron. Ahora, si queremos verlos, y ahí siguen aguantando, debemos salir del casco urbano y acercarnos a las zonas de nuestro entorno donde todavía la naturaleza no perdió la batalla con la civilización. En realidad verlos, lo que se dice verlos, es complicado, pero escucharlos resulta más sencillo, al menos indirectamente. Si paseando por el monte escuchan un movimiento en el suelo, con espectacular ruido alejándose de sus pies, posiblemente acaban de despertar de su siesta a un lagarto ocelado. No se preocupen, no es un dinosaurio, aunque lo parece. Como todos los reptiles dependen de la temperatura exterior para mantener su cuerpo caliente, por lo que cada vez sus períodos de hibernación son menores porque las temperaturas medias siguen ascendiendo y sus meses de actividad aumentan paralelamente. El cambio climático también les afecta, pero no se dejen llevar por las apariencias, esa no es buena señal.