La cara oculta del supertrén

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

La burbuja inmobiliaria será una anécdota comparada con el coste del AVE

30 mar 2015 . Actualizado a las 19:22 h.

Si al subirnos a un tren en Vigo nos permitieran elegir entre llegar a Madrid en tres horas o en tres horas y media, la respuesta sería evidente: cuanto más rápido mejor. El problema es que la pregunta tiene trampa. Si nos dijeran que por esa media hora de diferencia tendríamos que pagar 25.000 millones de euros, ¿qué responderíamos? Quizás podríamos pensar que, en el fondo, treinta minutos de diferencia tampoco es tan importante calculando el enorme coste que representa.

No son cifras aleatorias. Se trata, según el PEI (Plan Español de Infraestructuras), de lo que nos gastaremos en el AVE entre Vigo y Madrid. Si les parece una pasta, recuerden que en esa cifra no está incluida ni la estación a estrenar ni el anexo de Thom Mayne. Hablamos solamente del trazado, a 40 millones el kilómetro, y de su mantenimiento, que rondará los 100.000 euros anuales por kilómetro. Poca cosa comparado con mantener el túnel de entrada a Vigo que se llevará un par de millones cada año.

Pero todo sea por la modernidad, y un tren que circule a 260 kilómetros por hora (velocidad de un moderno tren convencional) es lento, tercermundista. Hay que conseguir al precio que sea que en el cuentakilómetros del supertrén aparezca la cifra mágica de 300 km/h. El pueblo se lo merece, y todo para el pueblo, y así se nos transmite la sensación de que el AVE sería equivalente a la sanidad o la educación, como un fin social que el Estado debe facilitar a la ciudadanía con independencia de su coste. Pero, ¿es realmente el supertrén un medio de transporte para la clase trabajadora?

Desde hace años los colectivos ecologistas anuncian que el AVE en general, y la línea Vigo-Ourense-Madrid en particular, nos va a regalar dos desagradables sorpresas. La primera será el día que se conozcan las cifras totales que nos costó desde que se hizo su primer estudio. La burbuja inmobiliaria será una anécdota comparada con la suma final del AVE. La segunda sorpresa, pasada la euforia de la brillante inauguración, nos la llevaremos cuando pasemos por taquilla y compremos el billete; entonces comprobaremos que nuestro supertrén es un medio de transporte para ricos. Tenemos una experiencia cercana: el único trazado de AVE en Galicia, Ourense-Santiago, tuvo que rebajar los billetes (es decir, subvencionarlos entre todos) porque solamente lo utilizaban el 27 % de los viajeros previstos, pero lo bonito es que de alta velocidad solo tiene el trazado, pues sus locomotoras son las Avant convencionales.

Cuando lleguen las locomotoras AVE tendrá un precio aún más prohibitivo. Las estadísticas de Renfe confirman que de todos los tipos de ferrocarriles solamente uno está en proceso de pérdida de viajeros. Adivinen: efectivamente, las líneas de AVE. Pero su impacto económico es apenas la punta del iceberg comparado con su impacto ambiental. Conseguir esa velocidad implica trazados sin apenas curvas ni desniveles que se llevan todo por delante, y todo se sacrifica en función de los mágicos 300 por hora.

La crisis afectó a nuestro AVE, y como por algún sitio había que recortar se cayeron buena parte de las ya muy tímidas medidas de corrección de su impacto ambiental. Las papeleras de los organismos oficiales rebosan denuncias por infracciones ecológicas en las obras de la alta velocidad, como bien sabemos, por citar un solo ejemplo cercano, con los reiterados vertidos al río Maceiras en Redondela, tan denunciados como continuados, pues la impunidad en el destrozo de nuestro patrimonio natural ha sido la seña de identidad del supertrén.

Pero finalmente gracias a la línea de Vigo conseguiremos un récord tan notable como delirante: ser el país europeo con mayor número de kilómetros de alta velocidad, duplicando a Alemania y solo superados a nivel mundial por China. ¿Motivo de orgullo o de preocupación? En breve saldrá la foto inaugural de la nueva estación. Conviene guardar esa imagen, con tanta gente apiñada y sonriente. Cuando lleguen las facturas económicas y ecológicas de esta locura muchas de esas caras ahora sonrientes dirán, tranquilamente, que ellos ya sabían que esto era un despilfarro insostenible.