e parten de risa quienes proclaman que ellos, hace 206 años, en la Reconquista de Vigo, habrían apoyado al bando francés. Porque hay mucha vanidad en creer que hubieran podido elegir. Como broma, vale. Pero me asombra que haya quien lo sostenga seriamente. Supongo que estos pedantes se imaginan a sí mismos, en la vieja villa amurallada, leyendo a Montesquieu por las mañanas y pasando las tardes con la Enciclopedia, de Diderot y D?Alembert. Porque el argumento es de una gran pobreza intelectual, al abrazar una distopía como si fuese algo racional. Se ven en 1809 muy partidarios de los franceses, muy demócratas y muy guays del Paraguay. ¡Ni Marianne sabe cuánto me gustaría verlos viajando en el tiempo! Así podríamos calibrar su solidez moral, enfrentada a aquellas circunstancias. Pero, desde la comodidad de hoy, se permiten estas fanfarronadas.
Podríamos preguntarles si creen que Napoleón era un modelo de demócrata. Un tipo que colocó a su familia en los reinos conquistados y aspiró a montar una dinastía. Un emperador menos sometido a control que Luis XVI por el Parlamento de París o por la sala de juego de pelota. También habría que plantearles si los que lucharon contra los franceses no fueron los que alumbraron la Constitución de Cádiz. Desbaratada por el ominoso Fernando VII y sus secuaces.
No merece la pena discutir. Lo suyo es un juego de niños, de polis y cacos. «Yo me pido francés», proclaman. Como quien se pide indios contra vaqueros. Para coser su distopía, sueltan cuatro datos históricos. Y mañana serán Cleopatra frente a Roma. Todas las ocurrencias son bienvenidas si les granjean el aplauso en la charla de café. Y está bien para reír, pero seriamente, no. Por mi parte, no sé qué hubiese sido en 1809. Solo sé que en 2015 me dan mucha risa estas chorradas.
M
Napoleón colocaba a su familia en los reinos conquistados
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