El indigente que murió en el incendio de Vigo quedó atrapado en la verja de salida

E.V.PITa VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. MORALEJO

La Policía Científica trabaja en la identificación del cadáver, pero sus compañeros dicen que es el mendigo «Manolo el de Mondariz»

04 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La Policía Científica trabaja en la identificación del indigente que murió abrasado en un incendio en un edificio abandonado de Vigo el pasado lunes. Estaba indocumentado, su ropa carbonizada y sufrió quemaduras por todo el cuerpo. El análisis de huellas durará un día. La policía calcula que tenía sobre 40 años y que podría ser extranjero pero sus compañeros de piso aseguran que el fallecido es «Manolo el de Mondariz», un mendigo conocido en Vigo que pedía limosna «insistentemente» en la calle comercial del Príncipe y el Casco Vello. Antón Bouzas, un experto en asistencia social, lo conocía: «Alguna vez hablé con él. Era un pobre, un sin techo que vivía en esa choupana con una pareja y el polaco. Su situación era infrahumana».

Las primeras investigaciones apuntan a que la víctima quedó atrapada en la verja metálica de salida del antiguo comercio Braco, junto al portal del número 40 de la calle López de Neira. Los bomberos encontraron su cuerpo en el suelo cuando ya habían extinguido el fuego y se disponían a abrir la verja para ventilar el inmueble. Fue evacuado en estado muy grave al Hospital Povisa y falleció poco después.

En el bajo donde apareció la víctima, se ve una mesa con cuatro vasos de plástico, varios cartones de vino tirados y restos de basura. Una escalera metálica comunica con la primera planta. Uno de los okupas, el polaco Wojciech Jonuss Tokarz, contó ayer que los cinco residentes del edificio abandonado dormían en la primera planta. La parte baja no la usaban porque había goteras. «No sé qué hacía la víctima allí abajo», dice Tokarz. Él se marchó a las 17.00 horas de la casa y el incendio fue a las 19.20 horas. Al volver de noche, se encontró el portal precintado y custodiado por la policía para que nadie entrase por riesgo de derrumbe. «Quiero entrar a recuperar mi televisión de plasma y un ordenador que valen mil euros», se quejó. No tiene dónde dormir pero no está preocupado: «Me buscaré otra casa en ruinas». Añade que «algunos beben vino de cartón pero yo no, nada, ni una gota desde hace 3 meses pero, con lo que pasó anoche me tomé una botella de vodka, todo esto me puso muy nervioso».

El compañero polaco dice que «Manolo era una buena persona, vivía con nosotros». Su compañero polaco cuenta que la víctima llegó al edificio hace seis meses. Trabajó en la construcción, tenía una hija y un chalé en Mondariz pero se mudó a Vigo para vivir de la mendicidad. Cobraba una paga de la risga de 400 euros, pasó por un centro de rehabilitación de toxicómanos, enviudó y estuvo un año hospitalizado.

Una pareja de okupas quedó atrapada entre la humareda negra y salieron al balcón. «Ellos no querían bajar ni salir de la casa hasta que los bomberos los convencieron», contó la camarera de un pub próximo. Sufrieron intoxicación. También salió herido un bombero que cayó por un agujero desde el cuarto piso.

La policía investiga las causas del incendio. Un testigo cree que la víctima podría haberse quedado dormida con un pitillo encendido pero otras fuentes ven probable un cortocircuito o velas. No descartan el fuego intencionado.

Vecinos del barrio han alertado de la existencia de varios inmuebles ruinosos en el centro de Vigo que son un peligro. La presidenta de la comunidad de vecinos del antiguo Cine Vigo, Ana Iglesias, alertó del peligro del antiguo Colegio Muro, «en donde crecen árboles, suben las enredaderas y hay un estanque en el patio lleno de gaviotas y ratas».

Bouzas, que dirigió el programa Sereos, pide a la Administración que permitan a los sin techo dormir más de diez días seguidos en el albergue municipal pues son «enfermos crónicos» que necesitan atención urgente. La estancia es insuficiente y vuelven a cobijarse en las choupanas. Lamenta que los servicios sociales «funcionen mal para la pobreza extrema».

«Era una buena persona, vino a vivir con nosotros hace medio año», cuenta un polaco

«El albergue municipal debería permitir dormir más de 10 días», pide Bouzas