El hombre que intimó con explosivos desde que era un niño

JAVIER ROMERO / MÓNICA TORRES TUI / LA VOZ

TUI

M.MORALEJO

Heredó la pirotecnia de su padre hace treinta años y desde el 2013 se le acumulan los problemas

26 may 2018 . Actualizado a las 16:58 h.

Los González Lameiro son familia de fogueteiros. Francisco, bajo investigación judicial tras la explosión de Tui, se crió entre bombas de palenque y fuegos de artificio. Su padre fue quien fundó la empresa Pirotecnia La Gallega hace décadas, en su parroquia natal de Baldráns. Cuando superó los veinte años, Paco, como lo llaman en la zona, cogió el relevo de la empresa para manejarla a su antojo.

En el 2013 llegaron los problemas. Lo contaba él mismo en televisión tras una orden de cierre de parte de su negocio, precisamente el espacio en el que almacenaba los explosivos tras ejecutar unos trabajos sin autorización. «Hice una obra donde no tenía que hacerla, y eso es ilegal», razonaba entonces mirando de reojo a la cámara. Y concluyó: «Ahora está cerrado, por eso lo utilizo para almacenar las varillas».

Francisco González y su familia son de sobra conocidos en Tui por la empresa que regentan. «Eso ha sido siempre un arma de doble filo. Lo bueno es que siempre dio dinero, o al menos eso es lo que parece por el nivel de vida que tienen, los coches o las casas. La parte mala es el negocio en sí mismo, que no gustó nunca en el vecindario. Ya desde que lo montó el padre. Estamos hablando de vivir al lado de una pirotecnia, y eso no le gusta a nadie», revelaba Israel ayer, a media tarde, en el bar de la Asociación Cultural Val de Flores, en Baldráns. A su lado, un señor de edad similar a la de Francisco González, pasados los cincuenta años, aporta su experiencia con él: «Es muy reservado, siempre lo fue. Aquí, en el bar de la parroquia, no para nunca. Y apenas habla si te lo cruzas. Él prefiere ir a otros sitios de más nivel con su BMW de color café».

Ocho empleados

A pocos metros, en la carretera general PO-404, está la casa familiar de González, investigado por delito de riesgo catastrófico provocado por explosivos, homicidio, daños y lesiones imprudentes. El BMW color café está aparcado en el patio trasero. La vivienda principal y la secundaria -de una hija- son de piedra y tienen sistema de alarma con videovigilancia. Las contras están cerradas, aunque en el solar hay otros tres coches estacionados. En el timbre no responde nadie. Su empresa, Pirotecnia La Gallega, está a menos de un kilómetro. Allí sí responden en el telefonillo. Incluso un empleado abre la puerta y habla: «Somos ocho trabajadores, yo llevo 30 años y todos somos conscientes de que nos vamos a la calle. Nosotros no sabíamos que almacenaba allí material explosivo, no teníamos ni idea».

Otros vecinos lo retratan como una persona fría, echada para adelante. «No es alguien a quien le guste que le lleven la contraria. Él y su familia, ese es su mundo. Con muchos de los que vivimos por aquí de siempre es frío, evita relacionarse». Esa misma frialdad la evidenció ayer saliendo de los juzgados de Tui, una vez puesto en libertad con cargos. Ni las cámaras de televisión ni las fotográficas lo intimidaron. Él caminó de frente, con la mirada alta, hasta desaparecer.