La época dorada de los bolos Celtas

carlos ponce TOMIÑO / LA VOZ

TOMIÑO

xoán carlos gil

El club de Forcadela reúne a diez vecinos de Tomiño apasionados de este tradicional pero desconocido deporte

23 ene 2017 . Actualizado a las 19:51 h.

Hay deportes desconocidos para el gran público, pero la pasión de los que los practican los mantienen vivos. Es el caso de los bolos celtas, un deporte que surgió en los países nórdicos, llegó a España y arraigó, y de que manera, en la provincia de Pontevedra, especialmente en O Baixo Miño y O Val Miñor. Esta comarca cuenta con una liga con equipos de bolos celtas procedentes de varios concellos de As Rías Baixas. En Tomiño hay dos: el Vilachá y, desde hace ya diez años, el Forcadela.

Gran parte de los aficionados tomiñeses aficionados a este deporte jugaban en el Vilachá y un grupo de ellos, apasionados de esta peculiar modalidad bolera, decidieron fundar un nuevo club en la parroquia de Forcadela. Allí, en los conocidos como Terrenos da Festa, habilitaron el que es su campo de entrenamiento.

«Lo más importante era tener un campo, federarnos y poder empezar a jugar. Y lo conseguimos», recuerda Mario Pereira, jugador del equipo que también ejerce tareas de entrenador. Desde su creación, el equipo ha ido creciendo, ampliando la plantilla con nuevas incorporaciones hasta llegar a los diez jugadores con los que cuenta en la actualidad.

Las claves del juego

Desde hace varios años compiten en la liga de O Val Miñor contra equipos de Gondomar, Nigrán o Baiona. «Este año hemos quedado muy bien en la clasificación, cada año vamos mejorando», señala.

El juego se practica en un campo casi semicircular de tierra o arena de playa. En cada lanzamiento hay que derribar dieciocho bolos cónicos, situados sobre una placa de piedra, con una bola lanzada por el aire, no a ras de suelo, a diferencia de la modalidad tradicional. El lugar desde donde lanza cada jugador está a 7,5 metros de la placa, y esta a 21 metros de la línea de puntos. Los bolos están situados en una sola línea y separados uno de otro por un par de centímetros. Tanto los bolos como la bola son de madera de boj; los primeros tienen 18 cm. de altura y 5 de ancho y un peso de 250 gramos. La bola, de 60 cm. de circunferencia, pesa 2,5 kg.

Mario asegura que «este juego engancha muchísimo. A la mayoría de personas les cuesta mucho decidirse a jugar, pero en cuanto empiezan les encanta y ya no pueden dejarlo. Eso es lo que me pasó a mí y a la mayoría de mis compañeros».

Este deporte está viviendo su etapa más dulce. El año pasado se celebró la sexta competición intercontinental en Baiona, Nigrán y Gondomar, con jugadores procedentes de Uruguay, Venezuela, Chile, Argentina, Portugal y distintos puntos de la península. También se celebró el primer campeonato del mundo, que coincidió con las fiestas de San Juan de Nigrán.

Visto el auge de este deporte en la provincia de Pontevedra, el presidente de la Federación Gallega, Isidro Costas, ya ha puesto en marcha la creación de un museo que recoja algunos de los trofeos logrados por los clubes como algunas de las reliquias con los que estos clubes han jugado desde su creación.

Para jugar a los bolos, Isidro Costas asegura que «la fuerza mental es más importante que la física a la hora de jugar a los bolos celtas. Al ser un juego de precisión y fuerza se requiere mucha concentración. «Yo creo que engancha con facilidad porque es atractivo poder practicar como lo hicieron nuestros antepasados, la lucha del hombre por superarse con los mismos elementos, que son maderas, piedras y tierra», considera el presidente de la Federación Gallega de Bolos Celtas.

En este sentido, el entrenador del Forcadela hace un llamamiento a todos aquellos que estén buscando nuevos deportes y experiencias para que se unan a esta aventura. «Cuantos más seamos, mejor. Es un deporte que está en crecimiento pero que aún nos falta darle un empujón más», señala. Entre O Val Miñor y O Baixo Miño cuentan con 390 de los 500 gallegos que están federados en toda Galicia.