«A veces le canto nanas al cáncer para que continúe dormido»

María Cedrón REDONDELA / LA VOZ

REDONDELA

Óscar Vázquez

Regina se quedó sin casa y prácticamente sin esperanza de vida, pero salió adelante

26 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un caso entre mil. Eso es lo que le dijeron a Regina Villadangos Sanmartín cuando los médicos observaron que el avance del cáncer metastásico de origen desconocido que le habían diagnosticado en el 2013 se había detenido. «Me dieron quimio durante seis meses. Lo que peor llevé fue lo del pelo, pero fue lo único. Ahora tengo que ir cada tres meses para que revisen cómo va todo, pero lo que importa es que aquí estoy», cuenta sonriendo en la casa que está levantando poco a poco en Redondela con la ayuda de amigos, la Asociación contra el Cáncer de Vigo, la fundación Amigos de Galicia y «otro colectivo de Madrid del que no recuerdo el nombre».

Para llegar a la casa de Regina Villadangos hay que ascender desde Redondela por un laberinto de pistas que conducen a una finca plagada de árboles. Allí vigila un pequeño perro mestizo llamado Zir. «El nombre es la combinación de iniciales de mi nombre y el de mis dos hijos», dice. Los chicos viven con su exmarido. Se separó en el 2006, pero los ve habitualmente porque con su expareja se lleva bien. «Somos amigos», cuenta. Amigos no le faltan. Quizá porque se hace querer. Irradia optimismo.

Regina habla y sonríe. Abre el portalón de la finca y muestra la casa que se esconde tras un arbusto de flores rojas. «¡Avanti! ¡Avanti! -grita-. No es mucho lo que tengo, pero para mí esto es un palacio. Soy la menor de ocho hermanos... ». ¡Avanti! Es el lema que ha utilizado para todo en la vida. Para detener la enfermedad y para encarar la cuesta empinada que implica vivir con 366 euros al mes, alejada del pueblo en una casa que va arreglando poco a poco.

En un pequeño galpón

Su historia la cuenta desde el salón. Cuando le detectaron la enfermedad vivía en un pequeño galpón de herramientas al que se había trasladado tras separarse. «Fue en el 2006 cuando fui. Como no tenía adónde ir fui para allí», recuerda. Al conocer su caso, la Asociación de Ayuda contra el Cáncer de Vigo le ofreció pagar el alquiler de una vivienda para que estuviera más cómoda. «Cuando salí del hospital un médico me dijo: ??¡Vive!??. Le hice caso. Lo que hice fue vivir», relata. Eso le ayudó a curarse. No se quedó en casa, no lloró. «¿Qué ganas? Nada. No es algo que no cueste, pero hay que intentarlo», no se cansa de repetir. «Estoy aquí viva y puedo contarlo. Lo que he aprendido es mucho», insiste. Al recuperarse ha vuelto a su pequeña vivienda improvisada, pero ya no está igual. Ahora tiene una cocina con una chimenea, está arreglando otra habitación... «El tubo de la chimenea fue un regalo de Navidad para que no pasara frío», apunta.

«Hay que luchar, porque cuando esté en la caja no voy a salir. Cuando tengo un euro y medio bajo a Redondela y tomo una coca-cola con los amigos», dice. Pequeñas cosas, eso le ha dado la vida. «Venid cuando queráis», se despide mientras su perro juguetea con una escoba. Dicen que los perros se parecen a los dueños. Pura alegría.