La familia porriñesa que gira en torno al básquet

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

O PORRIÑO

XOAN CARLOS GIL

El Porriño presume de haber construido una de las mejores canteras gallegas en un municipio de 18.000 habitantes

20 dic 2016 . Actualizado a las 17:24 h.

El Porriño Baloncesto Base (PBB) está a punto de dejar atrás un «año para olvidar». Pero las complicaciones económicas que llegaron a comprometer su futuro les han servido para reafirmarse en la clase de club que son: «Hemos conseguido un apego por parte de todas las personas que han pasado por aquí que se traduce en que si tenemos un problema, una cantidad enorme de gente se moviliza y se implica en pocas horas. Es nuestro mayor orgullo», dice su técnico Darío Méndez, parte de este proyecto desde 1993.

El secreto es vivir el club «como una familia». A lo que todo equipo aspira, pero que no siempre es tan fácil de llevar a la práctica. «El 90 % de nuestros entrenadores son exjugadores que nacieron aquí al mundo del baloncesto. Es algo que pocas canteras pueden decir». A eso suman nombres que han adquirido trascendencia fuera, como el árbitro Adrián Iglesias o los jugadores Mónica Jorge o Javier Rodríguez. «Intentamos que todo el mundo se sienta en casa y que aunque luego dependiendo del talento se pueda llegar más arriba o menos, cada integrante del club pueda tener su hueco y seguir vinculado al baloncesto de un modo u otro».

Asegura que los preparadores del PBB se sienten antes de nada educadores. «Por encima de buscar ganar, hay que formar. Si planteas la victoria como objetivo en ciertas categorías te puedes equivocar. Se debe empezar enseñando que puede haber alguien mejor que tú», expone. A partir de ahí, «lógicamente hay que intentar mejorar y ganar, pero que ese resultado sea una consecuencia del trabajo», añade. Tratan de asumir con naturalidad que «hay generaciones que pueden llegar a campeonatos de España, otras que se colocan entre los mejores gallegos y otras que descienden de Liga Gallega».

Su «mayor milagro», celebra, es la cantidad de gente que aglutinan -21 equipos actualmente- en relación con la población del municipio. «Tenemos desde premini hasta sénior y nos reconforta que se nos considere como una de las mejores canteras gallegas. Es fruto de un trabajo muy duro», recalca. Porque aunque cuando comenzaron no era complicado captar niños, «hoy la oferta es grande y todos los chavales de O Porriño practican algún deporte», de modo que las iniciativas de promoción cobran una importancia vital.

Méndez confiesa que le han «roto los esquemas muchas veces» en cuanto a la edad idónea para iniciarse. «He visto a gente comenzar con 17 y hacerlo muy bien en el sénior», revela. Pero esa captación comienza entre segundo y cuarto de Primaria. «Es una edad fantástica para empezar a pasarlo bien con el baloncesto, de una manera lúdica, con juegos». Aunque luego el nivel se vaya incrementando, la idea es que el factor del disfrute nunca desaparezca. Y eso se lo aplica a él el primero. «Para mí entrenar aquí es un lujo. Es difícil resistirse a la oportunidad de tener lo que más te gusta como medio de vida. No es algo que pueda decir mucha gente». Insiste en que el baloncesto se lo ha dado todo: «En este momento puedo decir que es mi vida».

Un «mal jugador» que emuló a su hermano, Miguel Méndez

Cuenta Darío Méndez con humor que él en su día no jugaba al baloncesto, sino que lo «perpetraba». Hermano del también técnico de esta disciplina Miguel Méndez -el primer apellido de ambos, Martínez, se quedó por el camino cuando estudiaban en los Maristas porque «había muchos», recuerda-, decidió seguir sus pasos. «Él, aparte de entrenar al Celta, empezó a jugar muy pronto en el Ademar de Vigo. En mi familia siempre se vivió mucho el baloncesto y de ahí me viene todo», apunta.

Se inició «tarde» -durante un tiempo iba «de deporte en deporte»- y muy poco a poco. «Como jugador era muy malo y creo que eso me ayudó. De tanto intentar hacer las cosas y que no salgan, empiezas a verlo desde otro punto de vista. Como no se me daba bien encontré mi vocación entrenando», relata. Comenzó siendo delegado del Ademar y acabó sacándose el título de técnico de iniciación. «Empecé a entrenar si faltaba alguien y lo típico, me empezó a gustar y opté por prepararme».

Recuerda con cariño que en su primer club coincidió con Fernando Zapata, hoy médico de la Federación Española, o con el actual máximo dirigente de la gallega, Paco Martín. «Fueron años bonitos y de allí salió mucha gente», subraya. A él luego le esperaba el Peleteiro de Santiago antes de incorporarse al Porriño en 1993. «Me encontré con generaciones muy buenas que me ayudaron a promocionarme. En O Porriño estoy en casa».