«Hay pilotos que saludan desde el avión»

alejandro martínez MOS / LA VOZ

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Oscar Vázquez

Los vecinos de Mos que viven en el borde de la pista del aeropuerto de Peinador padecen más los gases que el ruido

01 may 2016 . Actualizado a las 13:15 h.

Los vecinos de Mos que viven en el borde de la pista del aeropuerto de Peinador soportan con resignación las molestias que les ocasiona a diario el tráfico aéreo. Los residentes de la calle Daniel Alonso Lago, en Torroso, ya tienen muy asimilado el hecho de que los aviones pasen por encima de sus cabezas, casi rozando los tejados de sus viviendas. «Los tenemos tan cerca, que hay algunos pilotos que incluso nos saludan con la mano al pasar», comenta una vecina de esta calle. Desde cualquier ventana de su casa tiene mejor visibilidad de la cabecera de la pista que en la torre de control.

«Cuando despega una aeronave, se nota el aire caliente», asegura su marido, un septuagenario, que recuerda que antes de la ampliación del aeropuerto, cuando lo que tenía enfrente de su casa era un campo de maíz, las cosechas eran mucho mejores.

«Desde que tenemos la pista tan cerca, ni la fruta ni las legumbres que plantamos en la finca salen igual», afirma este vecino de Mos que lleva toda su vida dedicado a las labores del campo. No obstante, cree que «los tiempos han cambiado», puesto que el ruido y el humo de los aviones actuales es mucho menor que hace 30 años.

El trasiego de aviones condiciona la vida de los vecinos, comercios y otras empresas que hay alrededor del aeropuerto. «Cuando escucho el ruido, más o menos ya se la hora que es», asegura María del Carmen Costa Sánchez, responsable de la pastelería O Cruceiro, que se encuentra dentro del perímetro exterior del campo de aviación. «Cuando salen los aviones grandes se notan mucho los motores, pero ya estamos acostumbrados», asegura.

Gases molestos

El ruido no es la principal molestia que sufren quienes viven al lado del aeropuerto. Con el paso de tiempo ya se han terminado por acostumbrar. Aena realizó hace dos años un estudio e instaló dobles ventanales en las viviendas más afectadas. Lo que más preocupa a los vecinos de esta zona son los gases contaminantes que expulsan los aviones, tanto al tomar tierra como al despegar. Así lo atestigua Rosa López. Su casa está ubicada a pocos metros del final del tramo de despegue, donde se encuentra el sistema antiniebla ILS que fue reformado el año pasado.

«El queroseno es lo peor, aquí tenemos un niño pequeño y cuando pasa algún avión lo meto dentro de casa para que no le entre a los pulmones», asegura esta mujer que lleva 46 años residiendo en la misma casa. A un kilómetro de distancia hacia el norte, en Guizán, se encuentra la casa donde María Esperanza Macías Lago lleva viviendo más de 30 años, separada de las instalaciones de Peinador por una alambrada. Ella también admite que el ruido ya no les importa tanto. Su hijo Arkaitz ha crecido sintiendo el rugir de los aviones y no sabe lo que es un amanecer sin que el silencio sea interrumpido por el primer vuelo, el de Iberia de las 6.45 con destino a Madrid. «El olor que sale de la huella quemada de las ruedas es lo que más se nota», asegura esta vecina que cree que vive en el lugar perfecto si no fuera por los gases que desprenden los aviones. «Aquí nací y aquí moriré», afirma su hijo, contento de vivir en este lugar. «Lo que más nos molesta es el ruido que hace el helicóptero con radar, es tremendo», asegura.

Gusto por los aviones

Floro Domínguez es un extremeño que se compró una casa en la calle Carballo do Monte para vivir con su mujer Hacha Mohamed, de nacionalidad nigeriana. Debido a que su vivienda unifamiliar se encontraba afectada por Aena, logró adquirirla por un precio muy ventajoso, más de un 60 por ciento más económica que en cualquier otro lugar de la parroquia de Guizán. «Me encanta vivir al lado de los aviones, es algo que me gusta, me relaja muchísimo», afirma. Su mujer también está muy contenta. «Al principio me costó acostumbrarme, pero ya no nos enteramos. Aún así, reconocen que vivir al lado de la pista tiene inconvenientes. Floro Domínguez cree que las interferencias de su televisión, que apenas pueda escuchar la radio o la falta de cobertura en el móvil son consecuencia directa de vivir pegado a esta zona. El aeropuerto incrementará su actividad este año. El objetivo es alcanzar el millón de pasajeros. El aumento del número de vuelos pone a prueba a los vecinos del entorno, que desde décadas llevan aguantando con mucho estoicismo que los aeroplanos sobrevuelen a diario sobre sus cabezas.