Un ingeniero en el banquillo

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

GONDOMAR

Se estrenó como técnico en el Gran Peña hace veinte años cuando aún no había terminado la carrera; desde entonces, siempre ha encontrado tiempo para combinar estas y otras facetas

19 jul 2015 . Actualizado a las 15:48 h.

Ingeniero industrial, entrenador de fútbol, atleta aficionado, padre de dos niñas... Estas son algunas de las facetas que copan el día a día del técnico del Gondomar, Julio Álvarez-Buylla, que trabaja en el Centro Tecnológico de Galicia (CTAG) y que encuentra tiempo para dedicarle a su familia e incluso a la afición a correr que surgió en él hace solo unos meses a raíz de una apuesta. En su agenda, eso sí, es complicado encontrar un hueco.

Su jornada empieza a las 6.15, la hora en la que suena el despertador. «En los últimos años estoy acostumbrado a llegar sobre la medianoche de los entrenamientos y luego a madrugar», comenta restándole importancia. Sale de trabajar a media tarde y, a partir de ahí, toca aprovechar para preparar la sesión que tendrá luego con sus jugadores. «La verdad es que mi rutina tiene bastante contenido -admite-. A nivel deportivo planificamos la temporada semanalmente con el preparador físico de una manera general, pero en el mismo día vamos introduciendo matices». Esas horas hasta el entrenamiento las aprovecha para tener todo listo en ese sentido.

Buylla, que está a punto de comenzar la temporada en la que cumplirá 20 años entrenando ininterrumpidamente, asegura que cuando estudiaba le resultaba más difícil atender a todo. «A diferencia de ahora, que entreno por la noche, en el fútbol base se trabaja por la tarde y eso complicaba bastante el tema de cuadrar los horarios», recuerda. Dependiendo del curso, tenía clases por la mañana y prácticas por la tarde o al revés. «Por suerte, hablaba con los profesores y me facilitaban las cosas. Siempre me las arreglaba para llegar a todo».

Su aventura como entrenador comenzó animado por un amigo. «Me dijo que buscaban a alguien para el infantil Gran Peña. Me animé a probar, me gustó y me saqué la titulación». Pero la de entrenador llegó antes que la de ingeniero, pues por aquel entonces ni siquiera había alcanzado la edad para haberse licenciado. «Tendría unos 22 años y además, al mismo tiempo jugaba todavía al fútbol». Como entrenador, de ese primer conjunto saltó al cadete del mismo club para luego pasar al juvenil del Nieto y regresar al Gran Peña, en ese caso al sénior. Después vinieron Choco, Tomiño, Valladares, Areas y su club actual, el Gondomar.

Sin pausa en el mundo del fútbol, lo mismo se puede decir de su vínculo con la ingeniería. Enlazó el fin de los estudios universitarios con becas y, justo a continuación, con su entrada en el mundo laboral. En su actual puesto lleva desde el año 2006. «Mi trabajo está enfocado a la logística, desarrollo proyectos centrados en ese ámbito», explica. Y garantiza que le encuentra mucha más relación con su deporte de la que se pueda intuir. «El entrenador es un gestor de personas que busca sacarles el mayor rendimiento posible. Hay muchas cosas que he aprendido estudiando ingeniería que me han servido en el mundo del fútbol», asegura.

Del mismo modo, el deporte también le ha ayudado a ser mejor en el plano laboral. «Mi experiencia en el mundo del fútbol me ha aportado mucho en mi profesión. Aspectos como tratar con gente, la forma de dirigirte y comunicarte con los jugadores te va dando habilidades que luego puedes poner en práctica más allá», desgrana.

Como elegir entre sus hijas

Buylla asegura que disfruta tanto en los banquillos como en el CTAG. «Es como preguntar a quién quieres más de las dos niñas», dice en referencia a sus hijas, de cuatro y seis años. «Mi profesión es algo que me apetece fomentar, desarrollar y seguir creciendo», expone. Respecto al fútbol, más de lo mismo. «Es mi afición, mi pasión. Ahora vamos a empezar una nueva temporada y lo vivo con la misma ilusión que en mis inicios».

Tiene claro que quiere seguir compatibilizando las dos actividades tanto tiempo como le sea posible, si bien su trabajo es lo prioritario. «Si tuviera que decidir, me enfocaría hacia mi profesión. Eso no significa que si tuviera oportunidad de crecer en el mundo del fútbol fuera a renunciar a ello, habría que analizarlo y ver cuál sería la mejor decisión que podría tomar».

Jamás se ha planteado dejar de entrenar, ni siquiera en los momentos más complicados. «La gestión de las emociones propias es muy importante en un entrenador. Atraviesas una montaña rusa de sentimientos cuando ganas y cuando pierdes y tienes que aprender a administrarlo. Pero nunca he llegado al extremo de pensar en abandonar».

Cuando el domingo se escapan los tres puntos, el lunes no tiene ningún problema para hacer borrón y cuenta nueva en el trabajo. «Los compañeros te preguntan y la verdad es que siempre acabamos hablando más de fútbol cuando perdemos que cuando ganamos». En cuanto a los jugadores que han trabajado a sus órdenes durante estos dos decenios, nunca les ha llamado demasiado la atención su otra faceta. «No especialmente, que yo recuerde. La relación con ellos, con las directivas, con todas las personas que rodean a los clubes es lo mejor que te llevas de este deporte», mantiene.

Pero el fútbol no es la única disciplina que hay en su vida. «Empecé a correr por una apuesta y me gustó. Suelo aprovechar las primeras horas del día los fines de semana», comenta. Y añade que eso le ayuda a estar en forma y a superarse. «Te da un nivel de relajación importante y te proporciona fuerzas para afrontar lo que venga, tanto en lo deportivo como en lo profesional y lo personal».

Un fan de 99 años

Buylla destaca que el único requisito que necesita para seguir con todo es el apoyo de su familia, que nunca le ha faltado. Pero más allá de su pareja y sus hijas -«aún no son muy conscientes, la mayor a veces pregunta si voy al fútbol»-, hay otra persona clave: «Mi abuelo José, de 99 años, me pregunta a diario por todo. Es un fenómeno».