Las conservas de «los del verdello»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

CANGAS

xoán carlos gil

Dos emprendedores guían en Cangas una empresa que enlata cerca de diez toneladas de algas

24 oct 2016 . Actualizado a las 13:48 h.

El biólogo Pedro Ferreiro, la licenciada en Empresariales Lucía Rodríguez y el ingeniero de Telecomunicaciones Tito Llana son tres amigos que, hace seis años, decidieron montar una empresa aprovechando un recurso natural abundante en Galicia: las algas marinas. Nadie entonces las aprovechaba. «Lo hicimos porque nos gustó la idea y el producto. Comenzamos haciendo pruebas, comprando las algas en la cofradía de Aldán y añadiendo nuevos productos como aguja, mejillones en escabeche blanco, sardinilla, caviar de erizo de mar, pulpo, navaja o caballa ahumada. Y vimos que una manera muy buena de introducirlos era montando nuestra propia tienda para animar a la gente a probar algo a lo que no estamos acostumbrados», cuenta Tito, que continúa al frente de este experimento junto a la viguesa Lucía, tras la marcha de Pedro, que se vio obligado a elegir tras recibir una oferta laboral en una empresa desarrollo sostenible que no puedo rechazar.

Así nació en Cangas el primer local de Artemar, una apuesta que, de todas formas, y a pesar de su buena marcha, no es la actividad principal de los dos socios, ya que él es el responsable de la empresa de grabación de audiolibros para invidentes Xistudio y ella tiene otras ocupaciones en el sector de la hostelería. Eso no significa que no le dediquen tiempo, sino que se vuelven locos tratando de dar abasto.

A lo largo de estos seis años el mercado ha ido cambiando y las algas que al principio compraban, ya no son tan insignificantes para sus proveedores como antes. «Se dieron cuenta de que cuando están en veda algunas especies, era una buena salida y están más convencidos de que puede ser un buen negocio. En Bueu y en Moaña están empezando a hacerlo para surtir a empresas de fuera», indica Tito, asturiano que llegó a Cangas hace 22 años y reside en Vigo hace una década.

Pero el alga es una planta difícil de conseguir porque no se cosecha y depende mucho del clima, por eso en Artemar se proveen de ella (sobre todo de wakame, spaguetti de mar, lechuga de mar y kombú) dependiendo de cómo vaya el tiempo, en A Illa, Ribeira, Cangas, etcétera, pero siempre en Galicia. «Compramos las algas y alquilamos una fábrica para envasar, porque somos pequeños y no podemos permitirnos esa infraestructura», explica.

Además de distribuir el producto en tiendas gourmet en toda Galicia y en buena parte de España, la clientela conoce el género tras probarlo en el local de Cangas (Praza Eirado do Sinal, 4)) y en el que tuvieron en Vigo. «Aquí no nos fue bien. Nos equivocamos al no montar terraza, pero en cuanto encontremos el local adecuado, reabriremos», asegura añadiendo que «en Cangas nadie daba un duro por nosotros y llevamos ya 5 años en una ciudad en la que nos llaman ‘los del verdello’. Gente que nunca se había atrevido a probarlas ahora viene de forma asidua», comenta. En la tienda bar es difícil encontrar algo que no sea de fabricación propia o de colaboradores con la empresa. Por ejemplo, los emprendedores de Artemar han diversificado su actividad envasando alga deshidratada con la cooperativa de mujeres Milhulloa. «Cuando no están en temporada, secamos con ellas en su factoría de Lugo y ese alga se utiliza sobre todo para usar en la elaboración de productos como empanadas o quesos».

Y además de quedarse solo con el mar, han abierto otra línea, bautizada Arteleira, en la que tienen cabida los productos de la tierra en el que hacen desde castañas asadas a ketchup, salsas chutney y mermeladas.

La empresa va bien. De hecho, actualmente enlatan de 8 a 10 toneladas de algas por temporada y cuando empezaron no pasaban de media tonelada, que aún así, da para 5.000 latas.

Pero no tienen prisa. «Nuestro ritmo es lento. Siempre nos hemos autofinanciado, no hemos pedido créditos y vamos reinvirtiendo beneficios y comprando maquinaria y mejorando instalaciones poco a poco. Nuestro objetivo es poner en el mercado un producto de calidad, de gama alta, con tiradas pequeñas y teniendo en cuenta también el diseño del envase, atrevido, huyendo de los dorados y negros típicos de los delicatesen. Lo cuidamos mucho por dentro y por fuera. Todas nuestras conservas van empacadas a mano y las cajas también», resume.

Me gusta

Las tortilla con wakame, que descubrí cuando empezamos con la empresa. Ahora la ponemos todos los viernes de tapa y es un éxito.

No me gusta

Las lentejas cuando son espesas y les ponen chorizo.