El emprendedor del fútbol sala morracense

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

CANGAS

óscar vázquez

La pasión de Alfonso Fernández por este deporte y la falta de equipos base en Cangas le llevaron a montar su propia escuela

12 sep 2016 . Actualizado a las 11:22 h.

Alfonso Fernández Paz jugó al fútbol en el Alondras desde alevines hasta juveniles y en su última etapa en el equipo comenzó también a entrenar a niños. Pero cuando veía a su prima competir en fútbol sala, en un club solo femenino, le insistía al entrenador en que si no había también uno masculino en el que poder integrarse. Tanto le llamaba la atención la disciplina, que acabó dirigiendo en el equipo de su familia hasta que hace tres años creó su propia escuela: Futsal Morrazo, en Cangas.

«En Moaña había dos equipos en esa época, pero ninguno de ellos tenía categorías inferiores. Así que decidí montar la escuela para sacar base y en el futuro abastecer a esos clubes», señala. Y de paso matar un gusanillo que llevaba dentro desde hace tiempo. «Era un deporte que me gustaba desde siempre y con mi pareja y un par de personas más nos lanzamos en el 2013. Enseguida vimos que había mucha demanda».

Comenzaron con cinco equipos y actualmente cuentan con siete: biberones, prebenjamín, benjamín, alevín, cadete y dos juveniles, uno masculino y otro femenino que este año compite en la liga sénior provincial. «Me sorprendió la respuesta nada más empezar. Muchos son niños que vienen rebotados del fútbol, porque se aburren allí o porque alguien les dijo que no valen o que no les quieren», comenta Fernández Paz.

Uno de los grandes atractivos que presenta la modalidad de fútbol sala con respecto a la convencional es que los chavales gozan de un protagonismo mucho mayor. «En el otro igual tocan una pelota cada quince minutos, mientras que aquí están en constante movimiento, tienen el balón cada pocos segundos y de veinte igual pierden una. Además no hay una posición fija, pasan por todas y eso hace que experimenten una mejora técnica constante», razona. Y añade que en Brasil es habitual que los clubes dispongan de escuelas de una y otra y todos los futbolistas tengan que practicar ambas a lo largo de su formación. «¡Y mira cómo salen!», recalca el preparador.

En su faceta de técnico también ve muchas ventajas a su deporte respecto al mayoritario. «Tienes un grupo mucho más reducido, con pocos niños y en menos espacio. Así los chavales atienden más fácilmente, no necesitas pegar gritos y en veinte segundos los tienes reunidos a todos», valora el impulsor de la escuela y hoy el principal de los cuatro entrenadores con los que cuentan, con grupos de uno por cada cinco niños. «Entendemos que cada deportista necesita atención y si le metes diez la mitad van a estar mirando para el monitor. La prioridad es poder trabajar a fondo y de manera individualizada con todos».

Precisamente en los primeros años se potencia sobre todo el trabajo de cada futbolista, dejando para más adelante las dinámicas colectivas. «Se empieza con la técnica y la táctica individual para que el niño se vaya desarrollando en ese sentido, sobre todo desde prebenjamines a infantiles. A partir de cadetes ya se trabajan de manera más global los sistemas, en primer lugar por parejas y por tríos». En función de las categorías trabajan dos o tres horas a la semana otros tantos días.

La última sección que han puesto en marcha es la de biberones, los únicos que no compiten. «Con ellos hacemos fútbol de tres, un portero y dos jugadores de campo», detalla Alfonso. Los componentes son niños con edades comprendidas entre los tres y los cinco años que «lo que quieren es tocar el balón». Tuvieron la experiencia de equipos de estas edades con cinco jugadores pero al no llegarles tantos balones «se distraían y se quedaban mirando para los padres». De ahí que optaran por esta alternativa que por el momento les tiene muy satisfechos.

Fernández es partidario de combinar ambos deportes como recalca que se hace en Brasil, pero a veces se encuentran con que «algunos entrenadores de fútbol se oponen, incluso les dicen a los niños que el fútbol sala es malo». Habla hasta de casos de chavales que venían a escondidas de sus clubes de fútbol. «Hasta cadetes por lo menos se puede compaginar si a los chavales les apetece y es beneficioso para los dos deportes. En cualquier caso, a nosotros lo que nos importa es divertirles y sobre todo formales como personas».