Seis promesas bajo el sol de Ribarteme

Adrián Viéitez VIGO / LA VOZ

AS NEVES

M.Moralejo

La procesión en honor a Santa Marta acogió a más de 3.000 personas en As Neves

29 jul 2016 . Actualizado a las 19:06 h.

Cada verano, la procesión de Santa Marta de Ribarteme se convierte en uno de los acontecimientos más peculiares de Galicia. Esta celebración religiosa se enmarca dentro de las fiestas de la parroquia de San José de Ribarteme, ubicada en el Concello de As Neves. La tradición, que suma casi un milenio de antigüedad, dicta que aquellas personas a las que Santa Marta ayudó a superar sus enfermedades recorran un trayecto de 600 metros dentro de un ataúd soportado por sus familiares.

En la edición celebrada esta mañana fueron seis los ataúdes empleados, además de un cajón vacío que representaba a un bebé ofrecido de 11 meses. Ya que la sacristía de la iglesia parroquial de Santa Marta de Ribarteme solo cuenta con cinco cadaleitos para ofrecer, una de las mujeres que realizaron el recorrido requirió traer el suyo desde la parroquia de San Cristóbal, próxima a San José de Ribarteme. Pese a todo, uno de los ataúdes se quedó finalmente vacío, al no poder acudir su ocupante, el paciente oncológico Mon Fontán.

En los momentos previos a la procesión, con la misa de rigor ejerciendo como rito preparatorio, las personas que están a punto de desfilar dentro de un ataúd esperan nerviosas dentro de la iglesia parroquial. Es el caso de Hermosinda Castro, emigrante de 77 años natural de As Neves, que ha vivido desde los 15 en Argentina. «Es la segunda vez que hago la procesión, la anterior fue en 1981», explica, antes de afirmar, con la voz entrecortada, que, afortunadamente las dos enfermedades por las que recurrió a Santa Marta «han terminado curándose».

La mayor parte de la atención mediática, sin embargo, se centra sobre la figura de un joven de la zona, conocido como Tito, que está a punto de realizar su primera procesión en el ataúd a sus 15 años de edad. Después de un accidente con su padre en un camión, Tito sufrió quemaduras de tercer grado por todo su cuerpo, y recientemente se ha sometido a una complicada operación. «La ayuda de Santa Marta me ha hecho volver a vivir», explica, acongojado por las decenas de personas que fijan su mirada sobre él.

El lazo que une a los más de 3.000 participantes en la procesión, estén fuera o dentro de los ataúdes, es la fe en Santa Marta de Ribarteme. Pilar Domínguez, otra de las ocupantes de los cadaleitos, lo explica del siguiente modo: «Son unha persoa con moitos problemas de saúde, ao igual que a miña filla, de oito anos, que ten os ósos de cristal. A axuda de Santa Marta é moi importante para nós».

Rodeados por una marea de flashes, los cinco ocupantes de los ataúdes son alzados por sus familiares, abandonando la iglesia por la puerta frontal, la misma por la que, una hora después y con el mareo exigido por el feroz sol de mediodía que atiza San José de Ribarteme, vuelven a entrar. Sin embargo, lo hacen con la sensación de haber cumplido la promesa. Todos ellos abandonan la iglesia emocionados y abrazándose con sus seres queridos, los mismos que han sido testigos de su sufrimiento y ahora lo son de su alegría.