Un albañil de Lugo recupera la mano que se seccionó cortando madera

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

M. Moralejo

El hombre se dio cuenta de que le faltaban cuatro dedos al cabo de un rato

05 may 2017 . Actualizado a las 21:00 h.

Cuando Jesús Lago de la Fuente se segó la mitad de la mano no se dio cuenta. Trabajaba cortando madera en la mesa de carpintero de su taller y la sierra de disco lo hirió. Acudió a casa de su hermano, le hizo un torniquete en la muñeca y llamaron una ambulancia. Eran las diez de la noche del Viernes Santo en la pequeña aldea de Sebrás (As Nogais, Lugo). Se acercó al baño a limpiarse la abundante sangre y, solo entonces, frente al espejo, cayó en la cuenta de que le faltaban cuatro dedos.

Así que fue a buscarlos.

La mitad de su mano todavía descansaba sobre la mesa de carpintero. Su hermano reaccionó envolviéndola en una servilleta y metiéndola en hielo. «No tuve ningún dolor hasta que en la ambulancia me sacaron el torniquete; entonces sí», explica este albañil de 52 años. Su periplo acabaría con él acostado en la mesa de un quirófano del Hospital Povisa, en Vigo.

Fue allí donde le reimplantaron su mano. Si a las 22.00 horas la perdió, a las 15.30 la tenía de nuevo en su sitio, después de siete horas de operación. Eso no significa que sea un proceso automático. Hoy se cumplen tres semanas de su accidente y Jesús Lago mueve ligeramente los dedos, aunque su cirujano, Enrique Moledo, lo frena, porque hasta que hayan pasado cuatro semanas no considera que esté todo perfectamente soldado.

Enrique Moledo estaba de guardia en Povisa esta Semana Santa. En la Pascua del año pasado también le tocó trabajar y en esas fechas reimplantó el brazo a Óscar González, un obrero de Allariz que se lo segó en las obras del AVE. Aquella cirugía era más compleja, porque la amputación fue por encima de la muñeca.

En este caso, el cirujano explica que lo primero que hay que hacer es preparar la mano dentro de un quirófano para después reimplantársela al paciente. Se fijan los huesos, en este caso cuatro metacarpianos, después se hacen las conexiones en el dorso (tendones extensores, venas) y al final en la palma (tendones flexores, nervios, músculo y, luego, las arterias).

El albañil confía en volver a trabajar. «Si puedo, no lo dejo», desea. Claro que estas cosas son un misterio. No hay pronóstico que valga. De entrada, el sábado se va a su casa y tendrá que estar otras cuatro semanas en reposo. Después empieza la rehabilitación, el proceso que de verdad definirá su futuro. Sabe que su vida «va a cambiar al 100 %», pero confía en mantenerse activo. Tiene la mala suerte de que perdió la mano derecha y es diestro. Pero, quién sabe, tal vez pueda volver a hacer encofrados en su taller de As Nogais

No se debe meter un miembro en hielo

En la sociedad ha arraigado una recomendación: ante la amputación de un miembro hay que meterlo en hielo. Y no es del todo cierta. Lo explica el cirujano plástico Enrique Moledo, que ha hecho todo tipo de reimplantes a lo largo de su carrera: «Meterlo en hielo, si hay contacto directo, puede ser peor». Y cuando dice peor se refiere a que puede quemar el miembro y dejarlo inutilizable para un reimplante. La recomendación es utilizar hielo, sí, pero después de envolver el dedo o la mano, idealmente en una bolsa de plástico, que no deje que el agua traspase.

En el caso de Jesús Lago, su hermano hizo lo que pudo y envolvió la media mano en servilletas. Entró en quirófano once horas después del corte. La mano no habría aguantado todo ese tiempo así envuelto, pero como el personal del 061 está entrenado, ya rehicieron el envoltorio en cuanto tuvieron oportunidad.

Gracias a eso, hubo margen. Cuando alguien se amputa un dedo existe un límite de 24 horas para reimplantarlo, según Moledo. Si el corte es por encima de la muñeca, es decir, en el antebrazo, el límite es de escasamente seis horas, porque se siega el músculo. En el caso de Jesús, se cortó buena parte de la mano, pero esta apenas tiene músculo -sí tiene flexores y extensores, pero no músculo-, así que el margen era de unas 18 horas. Prácticamente se cumplieron.

En Povisa practican medio centenar de reimplantes cada año. La enorme mayoría son dedos o partes de dedos. Los grandes, como el de Jesús Lago, son una minoría.