Vigo paga peaje al norte para circular por la AP-9. Paga peaje hacia el sur también para ir con cierta seguridad hasta la frontera. Paga peaje además en los movimientos rápidos con O Val Miñor. Y paga con miedo los viajes que se realizan por la (ya quisiéramos) autovía hasta O Porriño, o con tiempo los que se puedan hacer por la carretera convencional hasta Pontevedra.
Con los impuestos de todos se abonan desde el 2006 los trayectos entre la ciudad y O Morrazo por autopista, y con la prolongación de la concesión de la AP-9 hasta el año 2048 se hizo posible que el tramo Rande-Puxeiros carezca de peaje o este sea abonado a posteriori por la Administración.
A mayores, hasta hace tres años los vigueses soportaban el peso de pagar los dos peajes más caros de la AP-9. El de Vigo-Redondela lo siguen haciendo, y el de vuelta a Pontevedra se ha minorado quedando eximido para los poseedores de dispositivos de telepeaje, excepto los camioneros, que pagan la tarifa íntegra. Pero ese descuento será soportado con elevaciones de peajes durante los próximos 20 años en todo el resto de los tramos de la autopista gallega para los vigueses y los demás usuarios del vial.
En el objeto de la concesionaria y en el contrato que le liga al frente de la autopista durante 75 años nunca se hizo hincapié ni en exigirle mejoras que garantizasen la calidad del tráfico conforme este aumentaba, ni tampoco se le obligó a levantar barreras en caso de atasco provocados por su gestión. La empresa es eso, una empresa creada para obtener beneficios, pero los gobiernos que han tratado con ella en poco han logrado aliviar la carga de la ciudad.