Queso de cabras que viven en un spa

Monica Torres
mónica torres MELGAÇO / LA VOZ

VIGO

M.Moralejo

Gallegos cruzan la «raia» para comprar lácteos de animales criados con música y masajes en Melgaço

09 ago 2016 . Actualizado a las 12:49 h.

Verónica Solheiro y su marido, Marcos Sousa, son dueños de un spa para cabras y una quesería para personas. Se llama Prados del Melgaço y a ella acuden desde hace meses muchos gallegos en busca de lácteos que salen de una granja donde los animales escuchan plácidamente música de Beethoven o de Mozart mientras almuerzan o se dan un masaje.

«El estrés cambia tanto la proteína como la grasa y el sabor de la leche», asegura Verónica mientras explica la idiosincrasia de su proyecto. Ella lo sintetiza de forma sencilla: «Nuestro queso es único porque nuestras cabras son felices en el spa».

El deseo de la pareja por regresar a su municipio natal fue el origen de esta iniciativa. «Los dos llevábamos años trabajando fuera, en Lisboa y en Oporto, y queríamos regresar a Melgaço creando una empresa propia. El sector vitivinícola está ya muy explorado, por lo que acabamos decantándonos por la quesería, que es la única del distrito», recuerda Verónica Solheiro. Aun así, los afamados vinos de la tierra también están presentes en su producción porque dos de sus quesos (uno de ellos es precisamente l que más demandan sus clientes gallegos) lleva un baño de albariño.

El lunes hace dos años que su rebaño se asentó en Melgaço. Entonces eran 260 cabezas de la raza murciana-granadina. Cabras nacidas en España, aunque ellos las compraron a un productor residente en el municipio de Santarêm. Su cabaña se ha duplicado desde entonces con las nuevas crías que han nacido ya en su spa de Melgaço.

El hilo musical se conecta todos los días a las 8.30 horas. «A veces es música clásica y otras romántica o de relajación, la habitual en cualquier spa», confirma la propietaria. Verónica Solheiro explica cómo mejora la cantidad y calidad de la leche de las melómanas cabras tras exponerlas a las obras de grandes genios durante unas doce horas al día. «Se nota en el paladar, nosotros casi no tenemos que añadirle sal a los quesos que elaboramos de manera totalmente artesanal en nuestra empresa porque sabemos cuál es el sabor exacto de la leche», afirma. El resultado final es un producto «que no es tan fuerte como otros quesos de cabra» porque solo lleva un 1 % de sal añadida en dos de sus cinco tipos lácteos, los bañados con albariño después de la cura.

«El nuestro es más suave que otros quesos de cabra y de textura distinta», resalta la joven empresaria bioquímica que, cuando cumplió los 30, decidió dar un giro de 180 grados a su vida y cambió su trabajo de oficina en un laboratorio de Oporto por este proyecto innovador. «Compensa sin duda, aunque tengas que trabajar muchas más horas, hacerlo con los animales es mucho menos estresante y más gratificante», asegura a día de hoy.

El ambiente de trabajo no es el habitual. En la granja de Prados de Melgaço, que ya se ha convertido también en una atracción para los colegios de la zona, reina el silencio pese a haber 400 cabras y dos perros, Prado y Ourique. «Con la música están calladas, en silencio, los únicos ruidos son los de las crías que llaman por sus madres, solo balan cuando quitamos el hilo», apunta Verónica. Al lado del establo, y ya a cielo abierto, hay otra zona de esparcimiento no menos idílica, con un majestuoso roble y un riachuelo del que disfrutar tras pasar por la zona de masaje en la que una máquina frota todo el pelo de los animales favoreciendo su equilibrio físico y emocional.

El eslogan de la empresa recoge la esencia del proyecto: «Cabras felices, leche de calidad. Leche de calidad, un queso distinto», recita la joven. La labor de los perros que cuidan el rebaño también va más allá de las habituales: «Ayudan a limpiar los bebés al nacer. Ourique ya ha salvado algunas crías reventando la bolsa en la que nacen y lamiéndolas, si no habrían muerto asfixiadas; por eso algunas van detrás como si fuera su madre».