Las pintadas se ceban con los locales cerrados del centro

María Jesús Fuente Decimavilla
maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

La antigua joyería Rosende, la papelería Comercial y la taberna de Eligio son solo tres ejemplos de los muchos detectados

08 abr 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

Establecimientos cerrados, inmuebles abandonados, garajes particulares y mobiliario urbano son los soportes preferidos para las pintadas callejeras. Con ellas nada tienen que ver los grafiteros y menos aún los que se precien de serlo. A ellos se ha dedicado un proyecto de decoración de murales y medianeras.

No hay más que dar una vuelta por la ciudad para ver que rara es la calle que se salva de las pintadas indiscriminadas. La especialidad de estas gamberradas en Rosalía de Castro son las puertas de los garajes. Raro es el edificio que se salva. En ellas se pueden leer escritos de todo tipo, como uno de corte político que se pronuncia contra el capital, y otro más ofensivo sobre personas concretas. Hasta la escultura de Barreiro, situada en la rotonda entre esta calle y Canceleiro, ya tiene su propia señal, pese al escaso tiempo que lleva colocada. Tampoco se salva el centro de salud.

Buena muestra del interés que despiertan los establecimientos que han echado el cerrojo se aprecia en plena calle del Príncipe. La antigua joyería Rosende y la papelería Comercial, ambas cerradas, son pasto de todo tipo de pintadas intercaladas con carteles publicitarios. A escasos metros, casi en la Porta do Sol y al lado de la sede del Colegio de Arquitectos, la que fue popular taberna de Eligio, aparece en la actualidad recubierta de garabatos. Tampoco se libran edificios emblemáticos como el Marco o el Instituto Camoes, aunque en estos casos, al menos son más discretas que las de la plaza de la Estrella.

A juzgar por las frases plasmadas, los amigos de las pintadas tienen poco sentido del humor. Da la impresión de que lo único que intentan es dejar su impronta sin más o, como mucho, reivindicar alguna circunstancia de tipo político o social. La única excepción que demuestra cierta ironía se encuentra en la Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada (ETEA) de Teis. En sus muros se puede leer «Gora ETEA».

Si algo está claro es que cuando se enfila una calle no hay espacio que se resista. Es fácil observarlo en Marqués de Valladares o en Carral. Los propietarios de los negocios han optado por no borrar nada ante el temor no solo a que se vuelva a repetir la pintada, sino a que la siguiente experiencia sea peor.

Tanto en el Casco Vello como en el Ensanche se aprovecha cualquier mobiliario urbano para escribir lo que sea. Señales de tráfico en la esquina de la calle Triunfo, maceteros en Príncipe, paneles de edificios significativos como el Aurora o el de Estanislao Durán, buzones de correos en la calle Uruguai y contenedores subterráneos en República Argentina son solo algunos ejemplos de vandalismo estético.