«No me iría a vivir a un piso, te cambia mucho la vida»

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

Detalle del esqueleto de un vehículo junto a una de las chabolas.
Detalle del esqueleto de un vehículo junto a una de las chabolas.

Muchos residentes se niegan a abandonar los poblados de chabolas porque en otro lugar no dispondrían de espacio para acumular chatarra

13 mar 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

Fernando Machado es uno de los muchos residentes del poblado de Parachán-Penís, en Cabral. Nació en Barcelona, pero su mujer es cigana, como la mayoría de los que viven en este lugar. Igual que muchos de sus vecinos, vive de la recogida y venta de residuos de todo tipo, sobre todo, chatarra. «No corren buenos tiempos. Tenemos que guardar la mercancía para esperar a que suba el precio porque ahora bajó mucho, se gasta más de lo que se gana», explica.

En su infravivienda son cinco: él, su mujer, el hijo, la nuera y el nieto. Es normal que los hijos, una vez casados, se queden en la casa paterna. Cuando se le pregunta si se iría a vivir a un piso la respuesta es contundente: «No, no lo cambiaría por la finca; te cambia mucho la vida, hay más gastos». Pone como ejemplo el caso de un conocido que se fue a vivir a una vivienda en Ramón Nieto y solo estuvo medio año porque no era capaz de asumir los gastos. Acabó marchando a un poblado del Meixoiero. Además, en su caso, no sabría qué hacer con la chatarra y el resto de residuos que acumula en la finca, entre el arbolado. «El plástico lo llevo a Portugal y el cartón al Rebullón», dice. En verano van con sus atracciones por las fiestas.

Recuerda que cuando llegó al poblado hace unos veinte años apenas eran tres o cuatro familias. Después creció una barbaridad y en los últimos años se registró un parón por el elevado precio de los terrenos. «Ahora por 50.000 euros te dan 1.200 metros cuadrados, antes estaba a 60 euros el metro», apunta.

La relación en el poblado no es lo buena que desearía. «Por delante nos tratan de una forma y por detrás de otra».

Una de sus parientes advierte que ellos (los ciganos) no se ganan la vida con cosas que pueden resultar peligrosas para la salud. Lo peor del lugar, dice, son las ratas. «Pedimos al Ayuntamiento que haga algo, porque solo tenemos un contenedor para la basura y como no cabe toda, la tenemos que dejar fuera», añade.

En Clara Campoamor, el vial que conduce a la Universidad, residen Sara y Armando con su familia en una casa unifamiliar. Antes lo hacían en una chabola. Sobre los motivos que les han llevado a aislarse, Armando comenta: «No me gusta estar con la chusma. Si estás solo, te llevas bien con todos». Eligieron este lugar porque Armando ya vivió en la zona y tiene cerca colegios y tienda. Lo que peor llevan son los impuestos. «Pagamos 70 euros de basura al año y este mes 80 de luz. Ahora nos pagan los mil kilos de chatarra a 80 euros y nos lleva todo el mes juntarla». Desde que abrió el hospital notan mucho más ajetreo.

En el Caramuxo, junto al Lagares, viven Elena y Alberto en una chabola. Por fuera no dice lo acogedora que resulta en su interior. Les gustaría residir en un piso, como en el que durante cinco años les pagó la Xunta, pero no tienen 600 euros para la fianza de un alquiler. «Nos dijeron que nos buscarían otra vivienda del banco, pero han pasado dos años y nada», comenta la mujer, que con 40 años ya ha tenido diez hijos.