Los gorrillas se afianzan en Vigo al amparo legal

La Voz

VIGO

El entorno del Hospital Xeral ya tiene más espacio para aparcar.
El entorno del Hospital Xeral ya tiene más espacio para aparcar. m. moralejo< / span>

Interior reconoce que no son ilegales. Los aparcacoches forman parte del paisaje urbano de Vigo. En calles como Rosalía de Castro hacen turnos

25 nov 2015 . Actualizado a las 07:58 h.

Ser aparcacoches, o como se les conoce popularmente, gorrillas, no está perseguido por la ley. Así lo reconoce el Ministerio del Interior al entender que «en principio» lo único que hacen es «indicar los lugares que se encuentran libres para estacionar el vehículo y, en ocasiones, se comprometen a vigilarlo mientras está aparcado». Se trata de actividades que «en abstracto (...) se realizan sin sujeción a contraprestación alguna, sin perjuicio de que, en la práctica y como norma general, el individuo que las realiza solicite una propina que puede consistir en cantidad determinada de dinero o, simplemente, en aceptar la voluntad», según la Secretaría de Estado de Seguridad.

Los propios gorrillas opinan que deberían de estar amparados por la Policía, excepto aquellos que cometan alguna ilegalidad. «En este gremio, como en los demás, hay de todo. Algunos solo admitimos la voluntad y hay quien llega a las amenazas», apunta uno de ellos. Para estos casos la Administración también tiene respuesta y contempla la posibilidad de que si existen muchas quejas, denuncias por amenazas, daños o agresiones, se puedan adoptar medidas para erradicar el problema. Reconoce que en determinados casos «la inquietud o el temor de que se puedan tomar represalias contra el vehículo o la persona, induce, de alguna manera, a acceder a lo solicitado». Una situación que reconocen muchos usuarios, mientras que otros lo hacen por echar una mano.

La calle que más trabajo da a los gorrillas es Rosalía de Castro. A lo largo del vial puede llegar a haber hasta ocho personas de diferentes nacionalidades que se reparten por tramos. A Víctor le toca la zona más próxima a un supermercado. Es rumano y apenas habla unas pocas palabras en castellano. «Llevo poco, tres meses, no tengo otro trabajo. Saco para comer un poquito mi mujer y tres hijos», explica a duras penas. Solo está por las mañanas y a las 15.00 horas se retira. Por las tardes está otro compañero porque llevan los turnos a rajatabla. Logra una media de tres euros al día.

«Antes llegamos a estar hasta ocho en el Xeral y ahora solo nos da para dos»

El cierre del Hospital Xeral no solo ha afectado a los negocios del entorno. Los gorrillas lo han vivido en propia carne. «Antes llegamos a estar hasta ocho y ahora nos da para dos y solo venimos por las mañanas», comenta Alberto, un ciudadano portugués. Lleva cuatro años en este lugar, el primero en el que ha trabajado como aparcacoches, y conoce a mucha gente. Consigue lo justo para comer él y su hermano, y a veces su madre le echa una mano. Cuando se le pregunta quién da más propina, hombres o mujeres, responde de inmediato: «Las mujeres, de verdad que sí. Al menos, a mí».

Toño es su compañero de trabajo, situado un poco más arriba. Reside en una casa por la que paga un alquiler de 200 euros, un lujo si lo compara con la época en la que tenía que vivir en una tienda de campaña. Tiene a su cargo una hija de 26 años a la que amputaron un pie por un accidente y reconoce que desde que cerraron el Xeral gana mucho menos y que subsiste gracias a la clientela fija que ya le conoce.

En la parte posterior de Povisa está Ioan, un rumano que domina el oficio de ese pequeño tramo de la calle Tarragona. Lleva en este lugar cinco años y es tal la confianza que depositan en él los conductores que algunos hasta le dejan las llaves del vehículo. Busca otro trabajo, porque apenas logran sobrevivir los cuatro que son de familia. Su jornada es de lunes a viernes. Los fines de semana no hay nada.

Centros sanitarios y supermercados son los preferidos para desarrollar la actividad

Los espacios preferidos para desarrollar la actividad de gorrilla son los aledaños de hospitales y de centros de salud, así como las inmediaciones de grandes superficies comerciales y supermercados. Los siguientes son solo algunos ejemplos de calles en las que se ubican, aunque no las únicas, ya que pueden variar en función de la aglomeración de coches.

Rosalía. Es la calle de Vigo con más aparcacoches. Entre seis y ocho. La existencia de dos centros de salud y de varios supermercados la hacen especialmente atractiva.

Pereiró. Un pequeño vial muy próximo al principal cementerio de la ciudad es utilizado también para controlar los vehículos.

A Doblada. El centro de salud y de especialidades atrae a numerosos conductores que se enfrentan a la falta de aparcamiento.

Vázquez Varela. El entorno del Xeral ya no es lo que era. Con el cierre del hospital hay menos coches y, por tanto, menos gorrillas.

Tarragona. Estacionar en el entorno de Povisa es difícil, a no ser que se recurra a un párking.

Vía Norte. De nuevo una calle con un centro sanitario próximo, en este caso Fátima, es tomada por los aparcacoches.

Cánovas del Castillo. Este vial perdió interés desde que el centro de salud de Beiramar fue trasladado a Rosalía de Castro.

Coia. El hipermercado Alcampo de Coia tiene como mínimo un par de gorrillas en sus inmediaciones, pese a que el centro cuenta con párking gratuito en su interior.