Según la sociedad Ecoembes, los vecinos de Vigo somos los más listos a la hora de echar los residuos en el contenedor amarillo. Es decir, somos los que menos nos confundimos cuando cruzamos la puerta de casa y depositamos los plásticos en una de esas isletas colocadas al azar en cualquier calle. Una vez delante de ellas repasamos cada día: «El amarillo para el plástico, el azul para el papel y cartón y el verde para el vidrio». Los errores de los vigueses solo suponen un 15,8 % frente a los de otras ciudades como Santiago, donde llegan al 37,9 %, la máxima confusión de Galicia. Está claro que en la capital de la comunidad autónoma los ciudadanos se aturden cuando ven un plástico, pero milagrosamente, reciclan más. Este detalle lleva a pensar que lo que no sabemos en Vigo es separar los residuos en casa, a juzgar por las cifras facilitadas por la misma empresa, que sitúan a la ciudad en el puesto más bajo de la tabla, junto con Pontevedra.
El gobierno municipal parece conformarse con estar a la cabeza de algo y aún no ha llegado el día en el que organice una campaña para reactivar el reciclaje. No se preocupa de acallar a aquellos que se escudan en que al final todo va a parar al mismo sitio, solo por ahorrarse el trabajo de separar envases. La filosofía aplicada pasa por actuar en superficie y esconder el polvo debajo de la alfombra. Esta misma filosofía es la que lleva a tener el centro de la ciudad como un jaspe y las parroquias atestadas de matorrales. La misma filosofía de la visibilidad es la que lleva a pasear en lugar de gestionar en los despachos, a dar palmaditas en la espalda en lugar de ayudas sociales, y a echar la culpa a los demás en vez de coger el toro por los cuernos. Claro que es mucho más entretenido un trabajo que permite pasar el día de excursión mientras te regalan los oídos que reclutarse entre cuatro paredes.
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