Tiene razón Chema Figueroa en que el transporte metropolitano «no tiene sentido sin Vigo». Lo proclama el portavoz del PP vigués, mientras la delegada de la Xunta, María José Bravo, insiste en reunirse, semana tras semana, con 13 alcaldes de la zona para cerrar un acuerdo. Y, como lo peor de los deseos es que pueden cumplirse, no queremos imaginar que lo consiga.
Porque esto de un plan de transporte metropolitano sin Vigo es tan ridículo como cuando quisieron hacer un área metropolitana dirigida por Mos. Un despropósito. En el que llega a parecer que se quiere dar una ventaja a los concellos de la zona, mayoritariamente gobernados por el PP, que pueda venderse como un éxito en las próximas municipales. Pero no gusta que beneficie también a Vigo si el mérito va también a compartirlo Abel Caballero.
Esto me recuerda a la antigua polémica que, ya en el siglo XX, desató la construcción del ferrocarril entre Santiago y A Coruña, casi el último que se hizo en Galicia. El historiador Xoán Carmona atribuye el retraso a que las dos ciudades querían el tren, pero no les gustaba que llegase a la otra. Para aclararlo: Los coruñeses querían un tren que les llevase a Santiago, pero les molestaba que, en consecuencia, los santiagueses tuviesen un tren para ir a A Coruña.
Con el mismo pensamiento retorcido, se quiere hacer un transporte metropolitano sin la metrópoli. Habrá que ver de qué forma, si no entra la red de Vitrasa, por ejemplo. Sin olvidar que la tarjeta que permite los descuentos no es nominativa al usarla, como tampoco intransferible y se pueden pedir cuantas se quieran. La va a terminar usando todo el mundo, incluidos los de Vigo, aunque no paguen. Pero unas buenas razones no deben desbaratar el teatrillo. Sigan pues las reuniones de alcaldes ociosos perdiendo el tiempo.
El transporte metropolitano no tiene sentido sin Vigo
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