El peor cálculo de Napoleón

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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Al ocupar los franceses Galicia, París ve en ello un paso para tomar Inglaterra

23 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La Guerra de Independencia, conocida en Inglaterra como Peninsular War, fue en muchos aspectos un anticipo de la de Vietnam. En ambas había en la capital un gobierno títere, impuesto por una potencia extranjera. En el caso de Madrid, era la monarquía de José I Bonaparte, que apenas controlaba buena parte del país, inmerso en una guerra civil encubierta. Y, al igual que la URSS y EE.UU. se enfrentaron en el Sudeste asiático sin jamás declarar la guerra, en la península Ibérica la verdadera batalla se libró entre Francia e Inglaterra, entre Bonaparte y Arthur Wellesley, Duque de Wellington.

En este juego de ajedrez en un tablero lejano, fueron los británicos quienes se impusieron, tanto en Portugal como en España. Desde 1808, con las revueltas en Madrid y el desembarco del ejército de Sir John Moore, Napoleón sabía que iba a librar buena parte de su futuro en la Península. Y así sucedió. Pero no en la forma en que el emperador lo esperaba.

Buen ejemplo de que los planes no salieron como estaba previsto es la forma cómo la prensa de París trató la ocupación de Galicia por los ejércitos de los mariscales Soult y Ney, a comienzos de 1809. La huida de los ingleses y la muerte de Moore en la batalla de Elviña había elevado el ánimo de los galos. Que ya soñaban con que Galicia fuese su cabeza de puente para tomar las islas británicas. No contaban con la sublevación espontánea de los gallegos que, en menos de seis meses, derrotarían y pondrían en fuga a la maquinaria bélica napoleónica.

En la Biblioteca Nacional de Francia, encontré un curioso artículo en la portada del Journal de L? Empire en la que ya se ven invadiendo Irlanda desde los puertos de Galicia. Está fechado el 16 de marzo de 1809, solo dos semanas antes de la Reconquista de Vigo.

Y los analistas de París creen que tienen la situación controlada: «Conocemos a través de varias cartas que la más grande actividad se despliega en los puertos de Ferrol y A Coruña. Los infantes de marina españoles no estarán contentos con Inglaterra (...) Aspiran a tomar venganza contra ella por los males con que castigó a España.

Sabemos, por la confesión de los propios ingleses, que estos sentimientos también los mantienen los marineros de Cádiz, que esperan recibir muy pronto a los franceses en ese puerto».

Ya en el primer párrafo se observa lo mal informado que está el autor del más importante periódico francés del momento. Además de que, en Cádiz, donde pronto se formarán Cortes Constituyentes, no tienen las más mínimas ganas de ver a un francés ni a una legua de distancia.

Continúa el Journal de L´Empire: «Un gran movimiento se está preparando en las costas oceánicas, de Holanda a España. Las tropas francesas llegaron a los puertos de Galicia en persecución de los ingleses. Quizá puedan tener la satisfacción de perseguirlos aún más. Muchos caminos se han abierto para penetrar en la Irlanda insurgente y buscar lo restos del ejército de Moore en el condado de Kent».

En realidad, los ingleses están reagrupando su ejército en las islas, para el próximo desembarco, ya con el Duque de Wellington al frente. El mismo que años más tarde vencerá en Waterloo. Y las tropas francesas están siendo diezmadas en emboscadas de los paisanos por todos los puntos de Galicia. No están preparadas para la guerra de guerrillas. Mientras que, en Vigo, están ya sitiadas, pasando hambre. Dos mil soldados tendrán que rendirse en A Laxe 12 días después de la publicación del artículo.

Pero nuestro entusiasta editor concluye con una arenga de historia clásica: «Cuando Cartago envió a sus fuerzas a Italia, los romanos pronto se encontraron bajo los muros de Cartago... y el rival de Roma desapareció».

Suponemos que las fuerzas de Cartago eran el ejército de John Moore. Y que los franceses se veían a sí mismos como los romanos. Al menos, en la imaginación de nuestro cronista mal informado. Que no sabía que Galicia era ya un infierno para los ocupantes napoleónicos.

Pero así es la guerra: no es un buen momento para fiarse de las noticias. Ni aquí ni en París ni en el Conchinchina, que es como en aquella época se conocía al Vietnam.