¡Qué cruz!

La Voz VIGO

FIRMAS

13 sep 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

La esvástica es una cruz, pero no es cristiana. Tiene su origen en el hinduismo, pero sobre todo es un símbolo nazi. A ningún católico alemán se le ocurriría defenderla como algo propio. Y no son una comunidad pequeña, como lo demuestra que hay un papa cesante de esta nacionalidad, que Hans Küng escribe en su idioma o que, hace dos semanas, la canciller Ángela Merkel abrazó al Apóstol Santiago para ganarse las simpatías de sus muchos votantes de disciplina romana. La cruz gamada, la esvástica, es nazismo. Y exhibirla en Alemania comporta pena de prisión. Que nadie discute, porque es lógico. Es de sentido común.

Tampoco el monumento llamado Cruz de los Caídos de O Castro es un símbolo cristiano. Es más bien una apropiación bastarda de la cruz de Jesús de Nazaret. En un monumento político de naturaleza fascista, erigido para satisfacer a un dictador que mandó levantar en toda España unas cruces que tuvieran «la grandeza de los monumentos antiguos» y que desafiasen «el tiempo y el olvido». En realidad, el más modesto cruceiro de nuestras parroquias es más hermoso que el adefesio que luce frente al ayuntamiento.

La cruz ominosa acaba de cumplir 50 años. Fue inaugurada por el propio dictador el 14 de septiembre de 1961. Y le costó a las arcas municipales una pequeña fortuna, cifrada en un millón de pesetas de la época. El gobernador civil de entonces, José González Sama, dijo en el acto inaugural, ante la multitud enardecida, brazo en alto, que ese día todos estaban en pie «ante el obelisco conmemorativo con el que perpetuamos la lealtad a Franco». Hay fotos. Y sale en ellas gente conocida haciendo el saludo fascista. Lo que no ha de sorprendernos en un país donde sigue vivo cierto franquismo sociológico.

La cruz fue expresamente dedicada a los 330 muertos del bando golpista durante la Guerra Civil. Por supuesto, no se mencionó a los 136 vigueses fusilados ante los muros del castillo de O Castro de 1936 a 1942, como tampoco a los que murieron en la Porta do Sol, acribillados por las tropas del capitán, o los otros 740 asesinados por los sublevados que reposan en el cementerio de Pereiró.

La cruz de O Castro no honra a todas esas víctimas y de nada sirve el hecho de que el Concello, en la etapa de Soto, declarase que se ampliaba su homenaje a todos los caídos, expresión indigna e insultante para quienes fueron asesinados, de uno y otro bando o de ninguno, como también fue moneda común en un tiempo repugnante de matones. Esa declaración, con todo lo bien intencionada que se quiera, nada cambia. Es justo que haya gente, mucha gente, a la que le moleste la sola visión de esa cosa.

En Alemania, país con un fuerte catolicismo, se retiraron todas las cruces gamadas del nazismo. Que eran cruces, pero no eran religiosas. No cristianas. No mezclemos lo que no tiene mezcla posible. Como tampoco es cierto que deba mantenerse para fomentar el olvido. Porque los valores a defender son la justicia y la reconciliación. La cruz de la discordia, del crimen, del enfrentamiento debe ser derribada con toda naturalidad. Y todos los vigueses, todos, deberíamos celebrarlo.