¿No es un monumento fascista?

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Pedro Ojeda de la Riva, jefe comarcal del Movimiento, fue quien propuso construir el conjunto para recuerdo de los fallecidos en el bando franquista

11 sep 2014 . Actualizado a las 12:07 h.

Pedro Ojeda de la Riva, jefe comarcal del Movimiento en Vigo, remitía, el 6 de diciembre de 1952, a la redacción de El Pueblo Gallego un escrito en el que proponía la idea de erigir en Vigo la «Cruz de los Caídos». El periódico del que se incautó la Falange en 1936 explicaba al día siguiente el origen de la propuesta, basada en «las emociones de fervor falangista por él observadas» en una concentración ante el monumento a los «hérores de la Cruzada» que existía en el Alto de los Leones, en Segovia. «Recuerda el señor Ojeda con honda emoción patriótica la frase de Girón cuando exclamó: ?¡Atención, excombatientes! ¡Alinearse con los muertos!?», seguía explicando el periódico del régimen.

Ojeda de la Riva lanza a la ciudadanía viguesa una serie de preguntas, que para él justifican la creación del monumento: «¿Es que Vigo no mandó lo mejor de su juventud a luchar bajo las nuevas banderas? ¿Es que al regreso de aquellos veteranos, curtidos en muchos combates, no se notaron muchos claros en sus filas? ¿Es que no pasearon por toda España, en sus guerreras, los mariscos, y Oviedo, y Huesca, y San Marcial, y Brunte, y Teruel, y el Ebro no fueron testigos de su combativa presencia? ¿Es que los padres y los hermanos, las esposas y los hijos no pueden levantar la vista en cualquier sitio o rincón de Vigo para contemplar una cruz que les reviva un poco en su angustia?»

Esta última pregunta que se hacía el jefe comarcal del Movimiento en Vigo es una de las claves para entender la simbología de este monumento. Los miembros de la Asociación Viguesa pola Memoria Histórica do 36 aluden habitualmente al mal recuerdo que les proporciona el monumento, al que relacionan con los verdugos de sus familiares. Y aún así, el alcalde Abel Caballero mantiene: «No es un monumento fascista». Y se niega a cumplir la sentencia judicial.

Ojeda de la Riva concluía su comunicado invocando la buena disposición de la primera autoridad provincial y local para levantar en Vigo la Cruz de los Caídos, «idea a la que muy de veras unimos nuestros mejores deseos».

Esta primera proposición fue impulsada posteriormente por la Jefatura Local de la Falange, desde donde se insistió en el Concello. Será en el año 1959, en el pleno de la corporación, que dirigía Tomás Pérez Lorente, donde se apruebe la construcción del monumento. Las arcas municipales desembolsarán más de un millón de pesetas para que se levante el proyecto del arquitecto municipal Emilio Bugallo Orozco, en el que participó como escultor un jovencísimo Xoán Piñeiro.

Día de la inauguración

Los alféreces provisionales y excombatientes que acudieron a las 11.30 horas del 14 de septiembre, a la que después se llamaría plaza de División Azul, también sabían que el monumento que se iba a inaugurar estaba dedicado «a los suyos». Por eso, aquel día acompañaron a Franco muchos jóvenes entonces afiliados a la Organización Juvenil Española, la cantera de la Falange.

Aunque posteriormente fueron retirados, durante años este conjunto presentó diversos símbolos franquistas así como alusiones a la motivación de su construcción. «Caídos por Dios y por España. Presentes 1936-39», era la principal leyenda del monumento. Junto al escudo de España y de Vigo también aparecían el yugo y las flechas de la Falange y las aspas de Borgoña de la Comunión Tradicionalista (carlistas). En la parte baja del monumento se situaban, casi a tamaño real, los bajorrelieves de soldados de los tres ejércitos, elementos que siguen en su sitio.

Aquel 14 de septiembre también se vió en la falda de O Castro al obispo de Tui-Vigo, José López Ortiz, quien acudió con su hisopo para bendecir el monumento, que tanto se resiste en la actualidad a dejar espacio a la naturaleza. Por su parte, la Delegación Provincial de Trabajo autorizaba el cierre de establecimientos comerciales y centros de trabajo durante la visita de Franco. Las autoridades querían «un homenaje entusiasta de la ciudad».

El Generalísimo veraneaba en el pazo de Meirás, en A Coruña, y a mediados de septiembre solía caerse por Vigo, tras recorrer las principales ciudades gallegas. Aquel 14 de septiembre de 1961 no solo visitó las factorías de Citroën y Pontesa, en Pontesampaio. Inauguró la cruz y el desaparecido monolito de las islas Cíes y la Estación Marítima.

Se concibió para que los familiares de los fallecidos fanquistas tuvieran consuelo

Franco inauguró ese día la Estación Marítima que funcionaba desde dos años antes