Celiaquía y turismo

VIGO

27 ago 2014 . Actualizado a las 17:35 h.

La madre entró con su niña de nueve años en el restaurante dispuesta a enterarse de si tenían menú para celíacos, esa enfermedad producida por la intolerancia al gluten. Con una sonrisa preguntó al camarero y, por toda respuesta, solo obtuvo un meneo de cabeza del empleado de hostelería. La sonrisa se borró, se giró y salió del restaurante situado en la calle más olívica del Casco Vello de Vigo. Cada restaurante es muy libre de pensar o no en este sector cada vez más grande de la población, pero una respuesta gestual, sin palabras, es más propia de primates poco evolucionados que de personas cuyo trabajo se desarrolla de cara al público.

Madre e hija probaron en el siguiente restaurante, ya situado en la calle más palmera del mismo Casco Vello. Una sonrisa, todo tipo de explicaciones y soluciones fueron las respuestas en este caso. Ambas cenaron muy a gusto, junto a los muros de la concatedral, en una noche hermosa del verano vigués. Comentaron el asunto entre ellas, más como enseñanza de lo que le espera a la niña en el futuro y las diferentes posibilidades que se le plantearán a lo largo de su vida.

Sin embargo, la clave del asunto la aportó la propietaria del último restaurante. «Algunos tienen tantos clientes ahora en verano, que se permiten tratar así a la gente, pero el problema lo tendrán cuando llegue el invierno», aseguró. Casi parecía la fábula de la hormiga y la cigarra. Llegará el invierno y quizá la negativa cambie de lado y sea el cliente, el vigués de todo el año, quien a la hora de decidirse por este restaurante mueva la cabeza y vaya al que le ha tratado igual de bien cuando sobraba gente para cubrir el aforo de su local. Educación también, pero en el fondo es una cuestión de profesionalidad en la hostelería. Quien la tiene, sobrevive al rudo invierno, mientras que quien carece de ella muere extasiado con el falso aroma del verano.

jorge.lamas@lavoz.es