A elegir: el Jonathan o Samil

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El alcalde desoye el amplio rechazo político y ciudadano a mantener un edificio que impide la regeneración de la principal playa de la ciudad

17 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Con demasiada frecuencia la legalidad y la legitimidad toman caminos opuestos. Posiblemente, la renovación de la concesión de la cafetería Jonathan en la playa de Samil sea un buen ejemplo. Ser considerado antivigués es una lamentable distinción que, además, necesita poco para obtenerse. El requisito básico para conseguir tan nefasta calificación consiste simplemente en no estar de acuerdo (o sencillamente no aplaudir) cualquier decisión del alcalde.

Si además la discrepancia se manifiesta públicamente, se consigue ser antivigués de platino. Que los argumentos para la crítica sean demostrables objetivamente resulta irrelevante para el regidor. Siguiendo esta línea argumental el asunto de la renovación del Jonathan acaba de incorporar nuevos fichajes al antiviguismo militante.

Para empezar, sería antivigués el mismísimo Plan Xeral de Ordenación Municipal aprobado por Abel Caballero, pero por si el documento marco que debería regir el urbanismo de la ciudad no fuera suficiente, son antivigueses también la mayoría de la corporación municipal, pues tanto PP como BNG se manifestaron en contra de la renovación del Jonathan.

Se podría argumentar con razón que no son todos los que están, pues existen fuerzas políticas extramuros del Concello, algunas de ellas con enorme fuerza emergente. En este caso citemos que Esquerda Unida, Anova, Espazo Ecosocialista y Equo (es decir AGE) también se posicionaron contra dicha renovación. Asumiendo, pues, se trata de un dato objetivo, que la mayoría política de la ciudad, tanto dentro como fuera del Concello, están en contra de esa concesión. Podría decirse, también con razón, que una cosa son las posiciones de los partidos y otra, no siempre coincidente, la sociedad en general.

Rechazo social

En este caso, a falta de estudios demoscópicos, resulta complicado encontrar indicadores fiables de un concepto tan abstracto como lo que piensa la ciudadanía al respecto, aunque una muestra muy representativa de casi millar y medio de personas han manifestado expresamente su rechazo en las redes sociales.

Parece razonable pensar que la Federación Vecinal de Vigo, con sus treinta asociaciones federadas, puede ser un barómetro fiable, a menos que al alcalde se le ocurra otro mejor, del sentir popular.

Pues tenemos coincidencia: la Favec también está en contra de renovar la concesión al Jonathan. Pero en estos casos, en los que hay cuestiones ambientales por medio, suele preguntarse (aunque no suele escucharse) la opinión de los colectivos ecologistas. Aquí no hay dudas, pues todos lo tenemos claro: no a esa renovación.

Finalmente, podríamos plantearnos una cuestión fundamental: ¿y qué opinan los que saben (entendiendo como sabiduría el conocimiento científico) de estas cosas? A falta de otra opción que se le ocurra también al alcalde, nos inclinamos por conceder el beneficio del conocimiento científico a la Universidad de Vigo. Por cierto, el mismo campus al que pertenece el alcalde (lo decimos por si cuestiona el rigor técnico de su propia institución). Pues nuevamente coincidencia habemus: la Universidad de Vigo también dictamina que solamente salvaremos Samil de la extinción si eliminamos, y cuanto antes, todas las infraestructuras construidas sobre su arenal, Jonathan incluido.

Parecería que con una amplia mayoría política, social y técnica debería ser suficiente para que el alcalde reconsiderase su decisión, pero no olvidemos que incluso el propio PSOE, partido al que aparentemente pertenece también está implícitamente en contra de mantener esas infraestructuras, como declararon a nivel estatal en una comisión del Senado. Vaya, que al alcalde no lo respalda en esta decisión ni siquiera su propio partido.

Solo nos falta la guinda del pastel: el propio alcalde de Vigo. En un ejemplo de bipolaridad política, el mismo Abel Caballero que elimina, y presume de ello, el restaurante As Dornas, pretende renovar la concesión a su vecino Jonathan. Solo hace falta repasar los argumentos expresados por el regidor para justificar el derribo de As Dornas para no entender el mantenimiento y la pervivencia de este otro negocio durante al menos 30 años.

¿Y no será que esta paradoja inexplicable quizás encontrará explicación cuando se conozca quien obtiene la concesión?

amigos da terra vigo@tierra.org