El Bar Hipólito se despide de amigos y clientes tras 58 años

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Trinidad e Hipólito abrieron el bar en el año 1956.
Trinidad e Hipólito abrieron el bar en el año 1956.

El local de Castrelos repasa su historia con un emotivo vídeo en Youtube

13 ago 2014 . Actualizado a las 19:08 h.

«Eu sinto que a cabeza xa non a teño aquí. Ata o de agora vivín un proxecto que non só era meu porque tamén formaba parte do meu pai, e agora xa lle toca ao meu propio proxecto», dice Hipólito Aballe para anunciar el cierre del Bar Hipólito, abierto en la avenida de Castrelos, 28, desde el año 1956.

Poli decidió despedirse de sus amigos, allegados y clientes, colgando un vídeo de nueve minutos de duración en el portal de Internet Youtube. En esa filmación, el hostelero hace un breve repaso a la historia del establecimiento, intercalando algunas fotografías antiguas, que recuerdan la etapa que regentaron sus padres entre mediados de la década de los años cincuenta de la pasada centuria hasta hace veintisiete años, cuando tomo el relevo.

Sus padres llegaron de Nigrán, con el hermano de Poli, de un año de edad, para abrir un bar, que acabó convirtiéndose en un bar de comidas para obreros, al coincidir entonces su apertura con la creación de Citroën y la construcción del polígono de Coia.

Poli Aballe nació en el piso superior al establecimiento y recuerda en el vídeo que si quedaba dormido alguien se encargaba de llevarlo a la cama.

Cuando él se hizo cargo del negocio aún convivió dos años con sus padres y la elaboración de comidas. Pasado algún tiempo, el bar se fue transformando en otra cosa distinta, con horarios distintos y oferta diferente. Pero allí seguía el espíritu de bar de siempre, con una barra a la vieja usanza y el sabor de otros tiempos en el aire.

Un enorme cuadro de Fino Lorenzo sustituyó el espejo que recordaba el nombre del bar, aunque sus colores hayan experimentado el paso del tiempo, especialmente, el efecto del humo del tabaco.

Hipólito hijo fue cambiando el horario del local hasta fijar la apertura en las siete de la tarde. Asimismo, la divulgación cultural fue, poco a poco, haciéndose un hueco. Primero, la música, mediante la ubicación de un piano «que levaba doce anos desafinado». Dos grupos se alternaban en los dos primeros sábados de cada mes. Después, llegó la poesía combativa de María Lado y Lucía Aldao. El teatro de La farmacia de Chejov, las exposiciones de diferente ámbito o también las sesiones cinematográficas fueron completando una interesante y completa oferta cultural.

«Síntome ben, bastante realizado porque fixen o que me gustaba», reconoce en su despedida Hipólito Aballe Costas.

El hostelero reconoce que cierra el negocio «con moito cariño pero sen ningún tipo de apego. Non teño pena por deixalo porque hai que vivir sempre o momento presente». Ya con su hijo Yago en el tramo final de la grabación del vídeo, Hipólito recuerda la filosofía que lo ha llevado durante los últimos treinta años. «Aínda que a caixa me dixera que non estaba en boa ruta, eu sabía que o que estaba facendo nos enchía a todos», apunta.

Hipólito está convencido de que acabará viniendo otra gente para retomar el negocio, y les advierte de las posibilidades creativas que tiene la que fuera su casa: «Sempre que estean atentos a o que pasa».

Ahora, Chet Baker ya ha dejado de preguntar a los clientes si quieren que continúe tocando la trompeta y cantando. Habrá que esperar a que los nuevos aires agiten este establecimiento que hace 58 años fue abierto por Hipólito y Trinidad para dar de comer a los obreros que había en la zona.