El «Nautilus» llega a Vigo

VIGO

Este martes se cumplirán 146 años de la visita a la ría, imaginada por Julio Verne, del submarino del capitán Nemo para rescatar los tesoros de Rande

16 feb 2014 . Actualizado a las 14:35 h.

Cualquier ciudad del mundo pagaría por tener una efeméride como ésta: 18 de febrero de 1868. Ese día era en Vigo un brumoso martes de invierno. Y la ciudad vivía alterada por la Real Orden recién dictada por el gobernador civil de Pontevedra. En ella, se prohibía la existencia de más de una sociedad de recreo por población. Y se obligaba al Casino y a la Tertulia a fusionarse. El revuelo fue enorme y ambos círculos culturales optaron por la desobediencia, pese a las amenazas de disolución por la fuerza. Así que, en medio de la barahúnda, nadie reparó en que en la ría estaba sucediendo un prodigio.

Porque esa mañana, mientras los vigueses discutían de sus cosas, el tajamar del Nautilus quebraba las aguas de la bahía de Vigo y enfilaba la ensenada de San Simón. A bordo, el capitán Nemo recibía en su camarote al profesor Aronnax, su huésped forzoso. Y pronunciaba su ya famosa frase: «En estos momentos, nos encontramos en la misma bahía de Vigo y solo de usted depende el descubrir los misterios que en ella se encierran».

Como es sabido, Nemo cuenta a Aronnax la batalla de Rande y el desastre de los galeones de la Flota de la Plata en 1702. Mientras charlan, el profesor observa por una claraboya cómo los buzos del Nautilus, equipados con sistemas de respiración asistida Rouquayrol y lámparas Ruhmkorff, desentierran cofres cargados de tesoros. Con ellos, financia sus misiones el Príncipe Dakkar, la identidad real de Nemo, que desvelará en La isla misteriosa. Sufraga, también, algunas revoluciones que sacuden el mundo en el exaltado año 1868.

¿Pero cómo sabemos que el Nautilus entró en la ría exactamente el 18 de febrero de 1868? Como he desvelado la fecha, diré que llegar a ella es largo, pero también es fácil. En realidad, fue un placer, porque sólo obliga a leer con atención y tomando notas la novela 20.000 leguas de viaje submarino. Y está contada como un diario.

Todo comienza en 1866, cuando varios barcos son hundidos por una extraña criatura marina. En junio de 1867, la fragata Abraham Lincoln zarpa de los muelles de Brooklin, en Nueva York, a la caza del monstruo. Y, como asesor científico, viaja el zoólogo Aronnax, acompañado de su mayordomo. La búsqueda resulta infructuosa durante meses. El 6 de agosto doblan el Cabo de Hornos y, dos semanas más tarde, atraviesan el Trópico de Capricornio rumbo al Pacífico Noroeste. Cruzarán el Ecuador el 27 de agosto y cumplirán tres meses de misión en las islas Sándwich y Marquesas. Finalmente, en noviembre, aparecerá la criatura. A las 23 horas del 7 de noviembre de 1867, la fragata Abraham Lincoln es embestida por el monstruo. Caen al agua Aronnax, Conseil y Ned Land. Y, a la mañana siguiente, cuando se creen a punto de perecer, emerge el Nautilus y recoge a los tres.

Una vez a bordo, los náufragos son recibidos por Nemo en la fastuosa biblioteca del sumergible. Desde ese momento, sabrán que son prisioneros de una de las más grandes aventuras de la historia de la literatura.

Diez días después de su rescate, los pasajeros son invitados a una cacería submarina en aguas de la isla de Crespo. Allí se usarán aparatos Rouquayrol de respiración submarina y lámparas Ruhmkorff. Ambos inventos fueron estrenados para el rescate de los tesoros de Rande, en la época en que Verne escribió su novela. Lo que nos demuestra que el escritor de Nantes seguía los trabajos que se hacían en Vigo.

En los meses sucesivos, el Nautilus cruza el Ecuador (1 de diciembre), avista las islas Marquesas (4 de diciembre), pasa las Nuevas Hébridas (25 de diciembre) y tiene un combate con los aborígenes de Papúa (9 de enero). Tras navegar por Timor, Ceilán y el golfo de Adén, el 7 de febrero se adentran en el Mar Rojo. A través de un canal submarino -que adelanta el milagro de la ingeniería en Suez- acceden al Mediterráneo, donde recalan en Grecia para apoyar a la resistencia contra el Imperio Otomano.

Finalmente, el Nautilus cruza el estrecho de Gibraltar y entra en la ría de Vigo el 18 de febrero de 1868. Será una breve escala, con un único objetivo: acceder a la auténtica caja de caudales del capitán Nemo, el tesoro de los galeones de la Flota de la Plata, hundida en la batalla de Rande de 1702. Tras cargarse de riquezas, el Nautilus enfila hacia las islas Cíes y abandona la ría de Vigo para llegar al día siguiente a la Atlántida, situada muy cerca, según la novela. Julio Verne pasaría, diez años más tarde, más tiempo en Vigo que el propio Nautilus. En concreto, cuatro días en 1878 y otros tantos en 1884, en los que gozaría de la ciudad y participaría de su vida social y sus fiestas.

El próximo martes se cumplirán, por tanto, 146 años de la llegada a Vigo del Nautilus. Se trata de una efeméride literaria y por ello más fascinante. Al tiempo, que local y universal. Aquel 18 de febrero de 1868 los vigueses no repararon en el prodigio que se vivía en la ría. Pero meses más tarde, en septiembre de ese mismo año, asaltarían el Ayuntamiento y proclamarían la I República. Algo, en aquella revolución, tuvo que ver el influjo del capitán Nemo. Y, por cierto, la Tertulia y el Casino no se fusionarían. Su desobediencia les permitió, diez años después, convidar a Julio Verne a sus distinguidos bailes.