Así desapareció Miguel

e.v.pita VIGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Hace 12 días, el joven tocó el piano, estudió Matemáticas, comió y salió de casa alterado

11 dic 2013 . Actualizado a las 19:35 h.

Miguel González Cabaleiro, un vigués de 24 años que estudia cuarto de Veterinaria en Lugo, lleva 12 días desaparecido. Su familia y voluntarios hacen rastreos diarios por la ciudad y creen que el joven, que salió en camiseta, se ha refugiado en una casa en ruinas para protegerse del frío. Miles de carteles con su rostro y los teléfonos de ayuda están pegados por autobuses, paradas, farolas y bares de Vigo y de otras ciudades gallegas.

Ha habido dos falsos positivos. La policía ha recibido muchas llamadas de testigos que identifican a dos jóvenes que tienen un gran parecido con Miguel. La policía los ha identificado tres veces pero la gente, si los ve, da la alerta aunque ellos nieguen tener nada que ver. A día de hoy, ninguna llamada parece dar una pista segura pero todo apunta a que no ha salido de Vigo. Incluso los gorrillas que aparcan coches se han volcado a ayudar, lo que agradece la familia.

Su padre, Miguel Ángel González, relató ayer cómo ocurrió la desaparición de su hijo. Hasta este curso había aprobado bien los cursos de Veterinaria. Pero en octubre se sintió mal a los quince días de empezar el curso, dejó las clases y regresó a su hogar en Vigo para relajarse. «Él tenía ansiedad por un trastorno de personalidad, le bajaron la medicación y se sintió más triste y lloroso. Él era consciente de su enfermedad y decía: "Papá, lo voy a superar", pero estaba cansado», contó su progenitor.

El viernes día 29, el joven dedicó el mediodía a tocar el piano y luego se entretuvo con unos ejercicios de Matemáticas aunque los psiquiatras le habían recomendado que no se dedicase este año a la carrera. «Dos horas antes de desaparecer, dijo: "Creo que me va a pasar algo malo"».

A la hora de comer, el padre lo saludó. «Le dije: "Hola, Miguelón" y él me respondió con una risa triste, de esas que te rompen el corazón». Poco después, tomó la medicación y, al poco, el joven alertó a su familia para que llamasen al psiquiatra porque oía voces y sonidos extraños dentro de su cabeza. Era la primera vez que le pasaba algo así.

Sus allegados pensaron que la extraña conducta se debía a un efecto secundario de la medicina. El joven llamó por teléfono al psiquiatra y le dijo: «Oigo voces, sonidos que no entiendo, métanme en un manicomio». Le dieron cita para las 19.30 horas con idea de cambiarle la medicación.

Pero a las 16.30 horas, el joven, que estaba en ropa interior en la cama, anunció que quería salir para «tranquilizarse» en la calle. La familia se lo quiso impedir. «Tal como estaba, no queríamos dejarlo salir pero él se puso el pantalón, zapatos y camiseta corta. Lo intentamos agarrar pero se escapó de la habitación. Salimos detrás pero lo perdimos», narra su padre. Este vio a su hijo por última vez cuando se asomó por la ventana y lo vio cruzar en el cruce de Faisán con Ruiseñor, en A Doblada. «Cruzó por el paso de peatones y no lo volvimos a ver. Es como si se lo hubiese tragado la tierra», dijo ayer. No se presentó a la cita y a las 21.00 horas del mismo día, presentaron la denuncia de desaparición.

Posible refugio en ruinas

La familia concluye que el joven muy lejos no ha podido ir porque salió con lo puesto, sin dinero ni documentación, ni tarjetas de crédito. Ni siquiera llevaba ropa de abrigo. «No se llevó ni un pañuelo, no pudo estar al aire libre ni la primera noche. En estos 11 días, no aguantaría», dijo su padre. La ruta que pudo tomar no está clara: desde la calle Ruiseñor podía ir a Urzaiz, hacia la plaza de San Roque, Santa Rita o hacia Samil.

La principal hipótesis es que el joven se haya refugiado en una casa abandonada para superar su pánico. «Decimos a la gente que busque alrededor de su propia casa, si oye ladrar al perro que avise. Él es muy cariñoso y sociable, no es agresivo, es un amigo leal», dijo el padre. «Él no se ha ido de Vigo», cree.