Los atletas que entrenan el salto de longitud en Balaídos se la pegan contra la apelmazada tierra cuando caen porque las pistas no tienen fosos de arena. En esos campos, propiedad del Ayuntamiento, las colchonetas están raídas y los deportistas esquivan baches. Los vestuarios son pasto de la mugre. El atleta olímpico David Gómez colgó un vídeo esta semana en Internet para denunciar la caótica situación, fruto del pasotismo del Concello. Tal vez pensase que un Ayuntamiento que regala el uso de un campo municipal a una sociedad anónima como es el Celta y que suelta cientos de miles de euros a los clubes de élite, tal vez pueda pensar en mantener decentes las pistas. El preclaro concejal Manel Fernández terció en la polémica y, con un razonamiento que probablemente le valga un premio Nobel, aseguró que «hai atletas que non son de Vigo, e en concreto David Gómez é un atleta que non pertence ao concello de Vigo e desenvolve a súa actividade [aquí]». El brillante Manel Fernández, en otro tiempo líder de Comisiones Obreras en Vigo, dejaba por fin clara una cosa: si uno quiere hablar en esta ciudad debe demostrar primero que tiene pedigrí. Aquí cualquiera se cree con derecho a opinar. ¿De qué van? El audaz concejal debería proponer que el pleno municipal prohíba hablar a aquellos ediles no nacidos en Vigo y a los que no residan en la ciudad. «Usted nació en Ponteareas, tiene que permanecer callado», le dirá el policía de la entrada a alguno. «Usted mismo duerme en Moaña, cualquier cosa que diga será utilizada en su contra ante un tribunal». Así limpiaremos por fin esta ciudad de impurezas. Que ya es hora.
Qué bien gastados, los 50.000 y pico euros anuales que le pagamos cada año al clarividente Manel Fernández para que nos represente. Por gente tan capaz, merece la pena.
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