Una patrulla montada antiincendios

Monica Torres
Mónica Torres MONDARIZ / LA VOZ

VIGO

M. MORALEJO

Ocho agentes del Escuadrón de Caballería de Valdemoro patrullan a caballo por los montes de seis municipios del sur de la provincia para prevenir los incendios forestales

07 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

No es el estereotipo de una patrulla de la Guardia Civil al uso. Pero en comarcas como las de A Louriña, O Condado y A Paradanta, son de las parejas mejor recibidas cada verano. Su trabajo arranca en Galicia con la temporada estival.

Son los agentes del Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, con base en Valdemoro. Se desplegaron por primera vez en estas tierras en el 2006. Un año difícil de olvidar para ningún gallego porque entonces se tiñó de negro gran parte de su geografía. Tampoco lo hacen los jinetes de este cuerpo especializado que llega desde Madrid cada 21 de junio a Mondariz.

Su labor se centra, en coordinación con el Seprona, en «la prevención, concienciación, disuasión y, actuación, en caso de incendio», explicaba ayer su mando, el cabo Villarrasa. Su labor diaria se ganó hace tiempo la colaboración de los lugareños y, con un solo golpe de vista, se comprueba que la fórmula es efectiva, porque los verdes se funden.

«El caballo es nuestra herramienta de trabajo, nuestra razón de ser; es realmente un binomio caballo+jinete», insiste el guardia civil Pablo Rodríguez, a lomos de Hechizo, que, a sus cuatro años, es el más joven de esta cuadra y el único primerizo en Galicia.

Los otros tres equinos que componen una de las dos patrullas que forman el turno del 24 de junio al 15 de julio, ya han pateado los montes de A Cañiza, Arbo, Crecente, Salvaterra y As Neves en otras ocasiones. También repiten tres de los cuatro guardias civiles que los montan. Todos insisten en que funcionan como un binomio así que casi se presentan por parejas. Rafael Vega y Colombiano, David Pérez y Jabato, Pablo Rodríguez y Hechizo y, al frente, David Jiménez, el cabo Villarrasa, a lomos de Vanadio, el veterano.

Organización

«Cada día vamos a un sitio diferente, que se planifica en función de las previsiones meteorológicas y en coordinación siempre con el Seprona», informa el cabo. No se desvela nunca dónde están, porque «el factor sorpresa es una de los principales potenciales del servicio». «El caballo llega a lugares inaccesible para vehículos a motor que además son potencialmente peligrosos también para el medio; solo nosotros podemos hacerlo», señala el guardia Rafael Vega. La dinámica de una jornada habitual de trabajo es una patrulla, al paso y, a una media de 6 kilómetros por hora, así que, como mínimo recorren entre 20 y 30 kilómetros por jornada y turno. «Nuestra función se centra en la prevención y la disuasión. La concienciación y sensibilización es prioritaria; siempre en contacto directo con los lugareños porque siempre es un servicio de ayuda al ciudadano», destaca el responsable del destacamento desplazado ahora mismo y, en plena ola de calor, en Mondariz Balneario. Además de los ocho guardias y los otros tantos equinos, viajan también con los conductores de los camiones para el transporte ya que los animales realizan los mismos turnos que sus jinetes.

No solo durante el horario laboral, sino toda la jornada. La unión entre el guardia y su caballo no se limita, ni mucho menos, a las horas de patrulla. «Primero desayuna mi caballo y luego yo, después hay que hacerle la cama y el uniforme que; en su caso es la montura, la cabezada y la defensa», indica, Pablo Rodríguez. «Somos siempre dos», recalcan, y «si tu caballo tiene un cólico o una herida, te quedas con él hasta que se cure, porque es tu compañero».

Los cuatro jinetes se confiesan guardias civiles de vocación: Alguno, hijo del Cuerpo, procede del Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada. Sus trayectorias son distintas, ya tuvieron otros destinos pero ahora profesan también una devoción común por el Escuadrón.