«Pude mantener la calma»

a.martínez / M.torres VIGO / BAIONA

VIGO

Oscar Vazquez

El aficionado a la fotografía de aves que el domingo se cayó por un barranco en Oia con su vehículo se recupera en el hospital de Povisa

30 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Antonio Jiménez Redondo, el hombre que se precipitó el domingo por la noche con su vehículo por un barranco en Oia, permanecía ayer en observación en el Hospital Povisa. Este carpintero de profesión, que busca trabajo y tiene 53 años de edad, es aficionado a la observación y a la fotografía de aves. El domingo había ido a tomar unas imágenes a uno de los altos habitualmente utilizados por los aficionados al parapente. A las 21.00 horas, cuando empezó a caer la luz, decidió coger su coche para regresar a su domicilio en Vigo.

Ayer todavía no acababa de explicarse por qué tuvo el accidente. «Debí coger un bache y perder el control del coche; lo único que recuerdo es que me encontré abajo en el barranco», recordaba en el hospital..

El hombre estuvo más de dos horas sin poder salir del coche. «Tuve muchísima suerte porque llevaba el teléfono en el bolsillo, si lo hubiera llegado a guardar en la guantera no hubiera podido pedir auxilio», afirma. A pesar de la angustia de encontrarse atrapado dentro del coche en la oscuridad, supo mantener la calma en todo momento, sin llegar a angustiarse. «Sentí que no tenía nada roto y que podía reaccionar, por lo que no me agobié mucho, no me vine abajo».

Aún así, la espera se le hizo larga. «El helicóptero pasó por encima, pero no me vieron porque el coche estaba rodeado de maleza». Cuando llegaron los bomberos, tuvieron que romper la luna del coche para que pudiera salir. «Menos mal que llevaba un coche ligero, porque si no hubiera caído hasta el pueblo», manifestaba ayer en referencia a su Citröen Saxo.

Cuatro patrullas de la Guardia Civil, dos dotaciones de bomberos, Emerxencias Val Miñor, bomberos de A Guarda, Cruz Roja y el Pesca I protagonizaron uno de los rescates más arriesgados que se recuerdan en la zona. Pero el siniestro no solo movilizó a una treintena de agentes sino que los propios vecinos de la zona, alertados por el ruido de los helicópteros y las sirenas de los vehículos policiales, compartían a través de las redes sociales lo que se iba conociendo del accidente en tiempo real.

Las alarmas saltaban a las 21.30 horas. El conductor del vehículo, un Citroën Saxo, avisaba a través de su móvil al 112 de que había sufrido un accidente al precipitarse por un barranco. La víctima no pudo indicar el punto exacto del siniestro y se limitó a explicar que no podía moverse sin arriesgarse a que cayera con el coche al vacío. En la comunicación informó de que estaba en la zona en la que se practica parapente. El dispositivo de búsqueda se puso en marcha en cuestión de minutos.

Fue un rastreo contrarreloj en la que se debieron peinar cerca de ocho kilómetros de la Sierra de A Groba. La coordenada que más pudo orientar al equipo fue, precisamente, la del punto de partida de los deportistas que hacen parapente. Ese dato permitió centrar más el objetivo hasta que, sobre las 23.30 horas, se localizaba el vehículo en el vial que va desde A Valga hasta Torroña.

El alivio duró poco porque Antonio Jiménez y su coche estaban en una zona de imposible acceso por lo escarpado del terreno. El dispositivo de emergencias se topó entonces con que el hombre se había precipitado 400 metros y había riesgo de que siguiera cayendo. Fue el Helicóptero del Pesca I el que, finalmente pudo recoger a la víctima y trasladarla al aeropuerto de Peinador.

Óscar Arévalo, coordinador de Emerxencias Val Miñor, y un agente de la Guardia Civil fueron los que consiguieron llegar hasta la víctima para poder engancharlo a la camilla del helicóptero. «Era una zona muy complicada y de noche, al bajar encontramos maleza de tres metros de altura y el coche volcado», relató Óscar Arévalo.

Antonio Jiménez agradecía ayer el esfuerzo que hicieron todos los servicios de emergencia. «Lo valoro muchísimo porque, en los años 80, formé parte de Cruz Roja en grupos de alta montaña y sé de qué va la cosa; no lo tuvieron nada fácil», dice.

«Menos mal que me paró la maleza porque si no me hubiera caído hasta el pueblo»