Pleitos con penas ¿desorbitadas?

E.V.PITA VIGO / LA VOZ

VIGO

KIKO

Una toxicómana suma 4 años y 8 meses por robar tres perfumes y hurtar 9 fundas nórdicas; y 7 jóvenes se jugaron cárcel por varios cruasanes

13 may 2012 . Actualizado a las 07:05 h.

Un acusado multirreincidente se sentará en el banquillo de la Quinta Sección de la Audiencia el próximo día 22 para enfrentarse a un castigo de 7 años de cárcel por robar en una casa 6 pares de calcetines, un calentador, una cacerola, cinco relojes, una cámara de fotos y una minicadena. Lex dura, sed lex. Este brocado latino advierte que la ley es dura pero es la ley.

La aplicación rigurosa del Código Penal es la que ha llevado a sentar a siete jóvenes en el banquillo porque una noche de juerga robaron unos cruasanes tras la verja de un bar. En su día, la Fiscalía justificó la petición de cárcel porque era un robo con fuerza ya que habían levantado la verja y la ley no distingue en la cuantía de lo robado, tanto da un cruasán como un avión. Si se hubiesen comido el cruasán, el delito sería aún más grave.

Pero el contribuyente se pregunta si es rentable que el Estado gaste más de 2.000 euros en un juicio a siete acusados, cada uno de los cuales requirió un abogado y procurador de oficio, además de la montaña de papel que movió, por un robo que no supera los diez euros. La mayoría llegaron a un acuerdo y se libraron de la cárcel, salvo uno que tenía un antecedente.

Otro caso también acaba de levantar ampollas. La Fiscalía pedía 5 años de cárcel para una toxicómana por robar tres frascos de perfume de lujo y huir tras pelearse con una dependienta, a la que mordió en un brazo. En su día, los abogados de la mujer, reincidente y en prisión, protestaron indignados porque la petición les parecía «desproporcionada». La jueza le benefició con la atenuante de drogadicción y la condenó a tres años y medio de cárcel. El mismo día fue juzgada por otro robo y le cayeron 14 meses más por hurtar 9 fundas nórdicas. Los abogados iban a recurrir pero los juicios por hurtos de productos de belleza continuaron.

40 años por un asalto

Fuentes fiscales replican que aplican la ley en los topes que establece el Código Penal y tienen en cuenta agravantes y atenuantes. En el caso de los perfumes, la acusada sumaba un largo historial y fue condenada meses antes de dar el golpe.

En el tribunal de la Audiencia también se ven casos de toxicómanos a los que el fiscal les pide hasta cinco años de cárcel por vender una papelina, o más, en la calle. Muchos se libran de la prisión si prueban con un certificado que siguen un tratamiento para rehabilitarse y siguen la desintoxicación durante la pena.

Pero incluso los acusados por mayor cuantía de droga, se quejan de la dureza de la pena. Un abogado del hostelero Telmo Domínguez, que fue condenado a 7 años de cárcel por tener en su local 48 gramos de droga, reflexiona: «A un narco que mueve 3.000 kilos de droga le caen 9 años, solo dos más que a mi cliente». Telmo tiene pendiente otra condena de 4 años que se sumaría a la anterior si no prosperan los dos recursos.

El último caso ha sido el de un rumano acusado de asaltar un chalé de Beade. La Fiscalía llegó a pedir 40 años, aunque al final salió absuelto por falta de pruebas.

«Excesivamente duras»

El penalista Guillermo Presa considera que las penas son «excesivamente duras» porque, hace unos años, hubo una reforma en el Código Penal que endureció los castigos. Además, estas se cumplen íntegras y «salir con el tercer grado es difícil». A ello se añade que las alternativas a la prisión son restrictivas. «No es extraño que tengamos las prisiones abarrotadas y la media de reclusos por habitante sea la más alta de Europa», dice Presa. Es especialmente «sangrante» en el caso de los vendedores de droga callejeros, que suelen ser condenados a tres años de cárcel por la venta de papelinas. Este añade que una reciente reforma contempló una reducción para dichos casos para rebajar las condenas de 1 a 3 años pero los tribunales condenan en su grado superior. La consecuencia es que el panorama «no ha cambiado».

Un funcionario, ligado al sindicalismo, recuerda que «además del hecho de robar una gallina, hay que mirar cómo la ha robado, si ha sido con fuerza». Pero lo que le parece más escandaloso «no son las penas altas que se imponen sino las sustanciosas rebajas que obtienen algunos acusados de graves delitos y que se van de rositas. Y de eso nadie habla».