«Me pidieron dinero con una navaja de afeitar en el cuello»

e.v.pita VIGO / LA VOZ

VIGO

Dos hermanos lusos que asaltaron a una vecina aceptan 4 años de prisión

23 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Los hermanos Manuel y Alfonso T.F. aceptaron cuatro años y medio de cárcel por asaltar en su casa a una viguesa de 55 años que vivía en la calle Pino, cerca de las obras del túnel de AVE. Los atracadores admitieron en la vista por conformidad que se celebró ayer un delito de robo con violencia con instrumento peligroso. Indemnizarán a su víctima con 6.000 euros y pagarán una multa de 600 euros por una falta de lesiones y otros 600 por una falta de estafa.

Estos admitieron que golpearon y retuvieron dos horas a una vecina y la amenazaron con una cizalla y una navaja de afeitar al cuello para que revelase dónde guardaba su dinero, el número secreto de la tarjeta y el teléfono móvil. Solo tenía 40 euros y joyas. Se marcharon con un ordenador y cables que metieron en un carrito de la compra.

Aunque ocultaban su rostro, la policía los descubrió porque halló su ADN en un gorro que olvidaron en la casa y luego otro dejó su nombre en la casa de compraventa donde colocó las joyas. Al ser detenido, uno confesó.

La víctima, María C.F., natural de Cuntis, relató ayer su pesadilla al salir de la vista por conformidad que se celebró en el juzgado número 2 de Vigo. Todo empezó el domingo 6 de febrero del 2011. La víctima vivía en la planta superior de una casa unifamiliar. El bajo está abandonado pero, en Nochevieja, entraron intrusos. Otra vez arrancaron los grifos. «El domingo, un hombre calvo entró en el bajo, sentí ruido y fui a mirar. Llamé a la policía y lo pillaron. El miércoles volvió con un cómplice, saltaron la valla del AVE y entraron en mi casa. Me vigilaban porque tocaron mi buzón, sabían que vivía sola», relató.

Los asaltantes no forzaron ninguna ventana. «Yo estaba durmiendo a la una y cuarto de la madrugada y sentí un ruido. Me desperté y los tenía sobre la cama, uno se me echó encima y aún me duele la leche que me dio. Me dijo: "¡Venga el dinero!". Quedé paralizada por el miedo», relató. En la oscuridad distinguió al hombre calvo del domingo y a uno alto.

El segundo asaltante la amenazó con un objeto metálico «que parecía una pistola sin cachas» pero que era una cizalla que hizo un ruido que la aterró. «Me dijo que si yo chillaba, me mataba. Luego, me cogió por los pelos y del pijama y me pidieron el dinero pero yo solo tenía 40 euros. Me rompieron el bolso, que aún no arreglé, sacaron y revolvieron los cajones y me dieron bofetadas», recuerda. Ella subsiste con una pensión de 300 euros de su exmarido.

Pensó en escapar

Los atracadores fueron a la cocina y volvieron «con un cuchillo o una navaja de afeitar y uno me la puso al cuello». Luego, la sentaron en la sala, vigilada por un hombre armado con cuchillo.

Uno de los asaltantes se encerró en el cuarto de baño. Ella vio la oportunidad de huir. «Pensé en escapar pero tenía miedo de que hubiese otro más en la planta baja», cuenta. Luego, la sentaron en el salón. «Vino el alto con un cuchillo y se sentó conmigo. Me dijo que era marroquí y que iba a volver para que le viese la cara», relata.

Sus asaltantes se movían en la oscuridad con una linterna de luz fina que parecía «un rayo láser». Para probarles que ella era pobre, abrió su nevera vacía pero la bombilla interior iluminó la cara del asaltante que llevaba el gorro. «Me dio un bofetón. ¡Qué mal lo pasé, Dios mío!», relató.

Nunca la ataron. «Yo les pedía las cosas por favor y les hablaba de usted pero no me valía de nada porque el pequeño me daba leches. Me cogieron el cargador, la libreta y la tarjeta y me preguntaban cómo se usaba».

Ellos repetían la coletilla «ajá» y se delataron cuando la mujer se sentó en una silla y ellos creyeron que se había escapado. «Les oí maldecir como lo haría un gallego y me di cuenta de que eran de por aquí, también por la cizalla», explicó. Luego, la tuvieron retenida y descalza en la cocina. «Uno de ellos lo revolvía todo. Poco oro tengo, unos anillos y una cadena, lo normal. Les dije que se marcharan ya», cuenta.

La pesadilla terminó a las tres de la madrugada. Huyeron con el botín, sacaron 200 euros del cajero y vendieron las joyas por 700 euros. Pero olvidaron el gorro cuyo ADN les delató.