«El día que llegué a Vigo me dije: «'Es la ciudad en la que quiero vivir y morir'»

soledad antón maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

La playa de Samil es el escenario natural de Cristian, hasta el punto de que la ha tomado como nombre artístico .
La playa de Samil es el escenario natural de Cristian, hasta el punto de que la ha tomado como nombre artístico . m. moralejo< / span>

09 ene 2012 . Actualizado a las 06:56 h.

Llamándose Cristian y apellidándose De Samil (el nombre se lo cambió con 9 años y el apellido hace una década), estaba cantado cuál sería el rincón favorito del famoso transformista. Lleva 18 años enamorado del arenal, los mismos que hace que lo pisó por primera vez. «Lo tiene todo, lo enxebre y lo moderno, asfalto y naturaleza, además de unas puestas de sol únicas en el mundo», asegura.

Ya había pisado muchos escenarios cuando llegó a Vigo que, según cuenta, le atrapó desde el minuto cero. «Hasta el punto que el día que llegué me dije: Es la ciudad en la que quiero vivir y en la que quiero morir», afirma.

Nacido en Elda, en el seno de una familia de zapateros artesanos, fue el único de la casa que no se dedicó al oficio. En realidad, no tuvo oportunidad porque con 14 años se fugó de casa con un grupo de teatro-protesta. «Durante una semana me estuvieron buscando mi padre y la policía», recuerda. Así fue cómo el primero se dio cuenta de que Cristian se iba a dedicar a las tablas, que era su meta, con o sin su permiso, que terminó por darle medio año más tarde.

Cuando recién cumplidos los 15 llegó a Madrid llevaba muchos sueños y 120 pesetas en el bolsillo. No le quedó más remedio que buscar trabajo para pagarse las clases de arte dramático, ballet clásico y baile español. Las horas libres que le dejaban sus obligaciones como pinche de cocina, las dedicaba a su vocación. Un día fue a ver un espectáculo de transformismo, en el que un tal Juanito Díaz bordaba el papel de Lola Flores. Era el famoso Juan el Golosina. «Yo quiero hacer esto», dijo cuando terminó el espectáculo. Y vaya si lo hizo. «Empecé actuando en tugurios, cosa que me vino muy bien porque me permitió curtirme», dice.

La primera gran oportunidad se la brindó el empresario Emilio Aguado, al que había impactado su número. Al local del empresario fue a buscarle un día Paco España, considerado uno de los mejores sino el mejor transformista de la época. Cargados de plumas, lentejuelas, pelucas y cajas de maquillaje recorrieron España. La suerte hizo que entre el público de su primera actuación en Vigo estuviera José Manuel Barbosa, por entonces alma máter del hotel Samil. «Me ofreció una suma de dinero indecente por actuar en exclusiva dos meses al año: agosto, Navidad y Semana Santa», cuenta.

Con el paso de los años terminaría convirtiéndose en su propio empresario y ejerciendo de vigués más que el Sireno. «Quiero más a esta ciudad que muchos que han nacido en ella», asegura. El cariño es mutuo. No hay más que asistir a uno de sus espectáculos. En alguno ha llegado a cambiarse hasta 21 veces de vestuario sin moverse del escenario.

Su repertorio de personajes tiende al infinito (Chaplin, la Pantoja, Miguel Molina, Concha Piquer, Charlie Rivel...), pero el que nunca falta es Lina Morgan. «Es mi personaje fetiche», dice, aunque no niega que su favorito es el payaso.

Cuando cuelga las plumas y las lentejuelas, lo que más le gusta es practicar deporte. «Corro al menos 10 kilómetros diarios», dice. El cine y los cruceros -«me encanta viajar en barco»- son sus otras debilidades. Pero tiene más. Por ejemplo, trabajar por amor al arte siempre que se lo pidan para una buena causa.

Cristian de Samil

Actor, cantante, transformista

Samil

Porque lo tiene todo, además de las mejores puestas de sol del mundo.