Christian, para el último baile

TORRE DE MARATHÓN

César Quián

El venezolano aprovecha sus oportunidades y se acostumbra a golear en los tramos finales de partido, una condición contra la que se quiere rebelar

24 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un 9 de toda la vida, de los que a ningún entrenador se le ocurriría hacer experimentos con él obligándolo a caer a banda o bajando a recibir a la zona del 10. El venezolano despliega su mejor fútbol en dieciséis metros y medio. Fuera del área, el césped quema.

Los puntas de siempre están en peligro de extinción en el fútbol actual y muchas veces tiende a asociarse su figura al arquetipo Koller. Aquel goleador checo gigante y calvo del Borussia de Dortmund. Fuerza y remate como recursos al servicio del gol. Y, en parte, solo en parte, Christian Santos se reduce a eso. Pero el de Puerto Ordaz ?mucho más guapo que el del Dortmund? suma a los requisitos del cazagoles clásico un exquisito toque de pelota. Lo demostró ante el Oviedo con un control orientado al alcance de muy pocos. Medio gol. Ante el Fabril, en pretemporada, desempolvó sus botas con una vaselina exquisita. Su golazo al Sporting por la escuadra y al palo del portero y su brillante tanto ante el Athletic en el Teresa Herrera del año pasado demuestran la clase que atesora. En A Coruña, en Vitoria o en Holanda ?en las filas del NEC?, Santos ha mostrado un sorprendente repertorio de remates lejos del estereotipo de delantero tanque.

Goleador en fase terminal

La estadística del atacante en el Dépor no brilla demasiado. En su primer curso como blanquiazul, Santos anotó tres goles en 21 partidos. Una cifra discreta, pero puede alegar como atenuante el solo haber podido ser titular en seis ocasiones en Liga. En total, 699 minutos en los que perforó la portería del Nàstic de Tarragona, Sporting y Extremadura. A estos datos hay que sumarle los cinco minutos con gol incluido ante el Oviedo del pasado domingo.

Pero en ese póker de goles de blanquiazul, Christian Santos se ha revelado como una baza efectiva de última hora. Tres de sus cuatro goles como blanquiazul llegaron en los últimos cinco minutos de partido y entrando desde el banquillo. De hecho, la mitad de los goles desde que llegó a España llegaron en los últimos 20 minutos de juego. Una condición contra la que quiere rebelar. «Yo quisiera que a Christian le den confianza. Si lo hacen, se verán los resultados», cuenta Roberto Santos, padre de Christian, que, pese a su cuna gallega, narra con su acento caribeño las sensaciones propias y del jugador tras ser decisivo en la primera jornada del curso. «Él tiene mucha técnica. Sabe asociarse», dice orgulloso de un delantero formado en Alemania y modelado en la escuela holandesa, de la que habla maravillas. «En Holanda se juega en equipo. Pueden hablar lo quieran del fútbol holandés, pero allí se juega al fútbol. No hay egoísmo. Al que está mejor colocado se le pasa el balón. Un delantero necesita que le den balones», dice Roberto y manda también un mensaje a los entrenadores pretéritos. «Si a él le llegan a dar la confianza que se le dio a Quique o a Carlos se hubiese hinchado».

Christian busca, en su segundo curso en Riazor, su hueco dentro del área. Quiere convencer, no solo salvar los muebles.

«Se va a quedar», asegura el padre del delantero

Todo parecía cerrado para este curso. Junto a Santos, Koné y Longo como referencias goleadoras. Pero llegó Anquela y, queriendo o no, jugando al despiste o no, puso encima de la mesa las dudas sobre la continuidad del venezolano. «No lo sabemos. Hasta el día 2 esto está abierto y tendremos que ver. Cada día va cambiando la situación. Mientras esté aquí, si lo tengo que usar lo voy a usar y no tengo más comentarios». Melón abierto.

Luego pasó Carmelo por Abegondo y continuó por esa línea. «La virtud y la fortaleza tiene que ser el conjunto y tenemos que entender que cada uno tendrá su momento. No hay ninguno indiscutible», señalaba el director deportivo dando a entender que el venezolano había mostrado en algún momento su descontento por iniciar el curso, una temporada más, desde el banquillo.

Su padre trata de calmar las aguas. «Él está bien. Es un gran profesional y mentalmente lo lleva bien. Ante momentos como los del año pasado, cualquier profesional se disgusta un poco. Pero él sabe el valor que tiene y lo lleva con calma», relata Roberto Santos que, sin embargo, muestra cierto hartazgo tras la gestión de la plantilla de la campaña pasada. «El año pasado había plantilla pero no se supo utilizar. Entre ellos, mi hijo, que jugó minutos basura», asegura.

Roberto Santos lleva guiando la carrera de su hijo desde los seis años y, aunque no es él el que pone la cara en las negociaciones, elige y aconseja. Y es claro. «Se va a quedar. He tenido ofertas, pero yo no quiero que se vaya», una apuesta personal pese a que el móvil no ha dejado de sonar. «Llamaron de México y de otras muchas ligas. En México pagaban una pasta, pero yo no quiero que se vaya allí, a Turquía o a Sudamérica. Quiero que siga jugando en la Liga española», dice con preocupación tras ver similitudes a lo que ocurrió con su hijo en el Alavés, pero también ilusionado con el nuevo entrenador.