«Las madres de los árbitros me aprecian»

TORRE DE MARATHÓN

El arbitraje, el Dépor y Pucho Boedo son las tres pasiones del veterano delegado blanquiazul

10 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El coruñés barrio de Monelos lo vio nacer un 18 de septiembre de 1952, cuando los niños aún jugaban al fútbol en las calles y los cantantes de las orquestas eran los ídolos de la juventud -«Para mí, Pucho Boedo era como para un chaval de ahora Messi o Cristiano», recuerda-. Creció lleno de sueños balompédicos. Se hizo árbitro por vocación y renunció por enfermedad. Pero nunca desistió de su pasión y acabó dedicándose profesionalmente como delegado del Deportivo. Elegido en varias ocasiones el mejor del fútbol español, es, actualmente, el segundo con más años en el banquillo. Solo lo supera José María Calzón, el del Espanyol, siete años mayor que él. Los árbitros lo respetan y sus madres lo aprecian.

-¿Qué se siente más árbitro, más deportivista o más coruñés?

-Me lo pone muy difícil. Porque también soy de Monelos. Pero soy muy de La Coruña. Cuando salgo de viaje siempre le digo a la ciudad: «Espérame que en dos días vuelvo» (se ríe). Le contaré una anécdota Un día le dije a un taxista: «Mire, me lleva por aquí y por tal sitio». Él, que tenía un gallego muy cerrado, me dijo: «Oigha, que yo conoso La Coruña». No me pude contener y le respondí: «Pues mire si la conozco yo, que mi primera novia fue la Estrecha de San Andres (en referencia a una popular calle herculina).

-Pero no es localista.

-En absoluto. Tengo muchos amigos en toda Galicia.

-¿Se considera muy coqueto?

-Lo justo y necesario. Me gusta cuidarme. Estar aseado. Echo mis cremas... Como cualquier persona.

-Dice Arturo Fernández que los guapos no se levantan nunca antes de la una.

-Ahí tengo que discrepar con el amigo Arturo, al que admiro mucho, pero yo me levanto a las ocho. No me gusta remolonear en la cama.

-¿Es imposible verlo de negro o un tono oscuro?

-Principalmente, sí. Si tengo que llevar un traje oscuro, llevo siempre una camisa clara y una pashmina que destaque.

-¿Tiene claro cómo quiere que sea el traje de su entierro?

-De momento, le diré que el pino de mi caja está todavía por plantar. O eso espero. Luego, quiero ir lo más cómodo posible, que hay que estar mucho tiempo allí. Y, por supuesto, un traje lucido, bonito de llevar. Y que me pongan cosas que han sido importantes en mi vida. Una camiseta del Dépor y otra de árbitro, como mínimo.

-¿Tanto ha supuesto el arbitraje para usted?

-Pues sí. Tuve la fortuna de contar con una gran familia (padres, tíos y abuelos) y luego están el arbitraje y el Deportivo. Fui muy feliz arbitrando. Y dicen que no era malo. Pero lo tuve que dejar por una enfermedad. Me impidió ascender de Tercera a Segunda. Como línea sí que fui muchos años con Raúl García de Loza, una persona muy importante en mi vida, en Primera.

-¿Ya no pudo volver?

-No y me fastidiaba. Porque la gente pensaba que me moría. Estuve a punto, pero no. Yo tenía que demostrar a La Coruña que no me podía morir. Así que, como no podía arbitrar, lo que hacía era irme a correr por la avenida de Alfonso Molina (principal vía de acceso a la ciudad) para cruzarme con los coches y que vieran que estaba casi bien. Luego intenté arbitrar algo, pero era complicado por mi salud.

-¿Cuántos puntos le ha dado Barritos al Dépor?

-Los que los jugadores han conseguido. Yo para eso soy muy cortado.

-¿Nunca ningún jugador en el banquillo le ha pedido que hablara con el árbitro?

-Sí, claro. Pero les respondo que ya hablaré cuando lo crea conveniente. Fui árbitro y sé hasta dónde se puede llegar.

-Su relación con el colectivo es buena. ¿Los regalos ayudan?

-Excelente, diría. Porque ven alguien cercano que los entiende. Nosotros no hacemos regalos, solo un pequeño detalle de valor ínfimo para las mujeres y, en algunos casos, madres de los árbitros. Y sí que es algo que agradecen. Las madres de los árbitros me aprecian. Alguna me tiene dado las gracias por tratar bien a su hijo. Al margen de esto, le diré algo. Cuando hemos descendido, el ochenta por ciento de las llamadas que recibí fueron de árbitros para darme su apoyo.

-Siendo usted árbitro, ¿nunca se rebeló?

-No. Es cierto que estando de línea pues alguna vez me han dado ganas de darme la vuelta, pegarle con el banderín a alguno y luego explicarle la jugada (risas). Me frené.

En corto

-El jugador que más lo marcó.

-Muchos. Pero me quedo con 3: Mauro, con el que hablo, mínimo, una vez al mes, Claudio y Fran, un fuera de serie.

-Un entrenador.

-Arsenio juega en otra Liga; Caparrós y Garitano merecen un punto y a parte; con Irureta fueron muchos años; y con Carlos Alberto Silva, por el que recé cuando murió, íbamos juntos a misa si jugábamos fuera.

-El futbolista más simpático.

-Quizá Claudio. Y, luego, uno que no lo parecía pero que tenía mucha gracia era Molina.

-Es casi una madre para los jugadores. ¿Alguna llamada sorprendente?

-Pues alguno, de madrugada, preguntándome qué le hacía al niño que lo tenía malo. Pues llevarlo al médico, qué le va a hacer (se ríe). Ya en serio, siempre los atiendo.

-¿Cómo se entiende con los extranjeros?

-Perfectamente. Les interesa entenderme (se ríe). ¿Sabe la primera palabra que aprendió Çolak? Chavaliño. Imagínese.

-¿Son muy egoístas?

-Son buena gente, pero están acostumbrados a que les den todo hecho. Alguno se hace persona cuando deja el fútbol.

-Confiese algo. ¿Cuántos abrazos lleva en su vida?

-Imposible de contabilizar. El que me conoce sabe que soy mucho de dar abrazos. Si voy a un sitio empiezo a repartir y no paro. Y cuando se acaban pues empiezo de nuevo. Y si hace falta, pues me abrazo a los abrigos del ropero (bromea).

-¿Alguno en particular?

-Pues cuando en una recepción con el rey Juan Carlos, me dio la mano y yo tiré de él y le di un abrazo. Me respondió con unas palmadas en la espalda.