Un cierre maravilloso a once días de agitación

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso Lois EL TERCER TIEMPO

TORRE DE MARATHÓN

13 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay un deporte como el fútbol capaz de generar semejantes terremotos emocionales. La imprevisibilidad del juego, en el que todo es posible, lo convierte casi en inexplicable. Del 6-1 del miércoles al 2-1 de Riazor. Noventa minutos fabulosos en los que gran parte de los actores secundarios de un equipo que se paseó por el alambre de la zona de descenso lideran una arrolladora insurrección contra el orden futbolístico establecido. Una tarde en la que Álex Bergantiños (¡otra vez!) se agiganta para pasar por encima del dios Messi. Tan impensable como maravilloso.

El triunfo de Riazor corona de la manera más inesperada once días de agitación que permiten que el deportivismo vuelva a disfrutar en grande. Como nunca desde hace años. Las manos de Lux se volvieron gigantes. Juanfran dejó sus huellas a lo largo de todo el estadio. Arribas se multiplicó para tapar huecos allá donde asomaban los pistoleros del Barça. Bergantiños demuestra que la honradez sobre un terreno de juego se convierte en un pasaporte hacia cualquier parte. Fayçal cortó tantos balones como kilómetros recorrió sin perder nunca su sitio. Y Joselu ofreció un tratado de como enganchar regates al vuelo.

El valor del triunfo sobre el Barça va más allá de lo emocional. El Dépor va ahora como nunca también en la clasificación, con ocho puntos de margen sobre el descenso. No tiene mejor manera para preparar el derbi. Seis días para recuperar al vestuario de un esfuerzo titánico en la parte física y, también, en la anímica. Ocho puntos en cuatro partidos de una exigencia enorme permiten concluir que el Dépor ha cambiado. El efecto Mel ha llegado para quedarse.