Valerón: «Nunca había imaginado jugar en el Dépor, y menos tantos años»

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

Aterrizó en Riazor para curar la herida que había supuesto el descenso del Atlético a Segunda. Lo hizo con dudas, pero pronto comprendió que en A Coruña había encontrado su sitio

09 dic 2016 . Actualizado a las 12:46 h.

Dicen los que mejor lo conocen que con su carácter era imposible haber llegado más lejos en el fútbol. Que le faltaba esa pizca de mala leche necesaria para triunfar en uno de los más grandes. Quizá gracias a eso, el Dépor pudo disfrutar durante tantos años de la plasticidad de un futbolista que convertía en fácil lo más difícil. De un jugador que parecía no despeinarse nunca. De la elegancia de unos pases inverosímiles. De la clase y la bondad de un hombre, Juan Carlos Valerón, que sin levantar la voz consiguió hacerse respetar como pocos.

-¿Cómo se consigue pasar 13 años de vida en un club que no es el de su ciudad?

-Pues sintiéndose muy identificado con el club, la ciudad, su gente... Se me pasó el tiempo volando. He de reconocer que nunca había imaginado jugar en el Dépor y menos pasar tantos años allí. Pero uno va cumpliendo temporadas, va siguiendo y al final se da cuenta de que lleva media vida.

-¿Qué lo hizo recalar en el Deportivo?

-Acabábamos de descender con el Atlético de Madrid y el club quería deshacerse de algunos futbolistas. De hecho, nos traspasó a tres al Deportivo. Inicialmente, la idea no me atraía en exceso, porque, aunque había ganado la Liga, había pasado muchos años en Segunda. Además, no tenía claro si me iba a adaptar porque allí llovía mucho y yo de Canarias... Pero empezamos a hablar y Manuel Pablo también tuvo mucha importancia. Me contó que en A Coruña se estaba muy bien, que en el club no iba a tener ningún problema y que se quería hacer un proyecto para ganar más cosas. Que se seguiría apostando por hacer un buen equipo. Así que firmé y hasta hace nada estuve en A Coruña.

-Y fue feliz.

-Muy feliz. La gente me acogió de maravilla y pronto me sentí querido en la ciudad e importante en el club. Fueron unos años maravillosos. Hice grandes amigos, tanto en el club como fuera y todo marchaba muy bien.

 -Siempre ha dicho que su partido por excelencia fue el de Múnich, pero el momento que recuerda, ¿cuál es?

-El Centenariazo fue un momento importantísimo para la generación de futbolistas que llegamos después de la Liga. Teníamos muy buen equipo y estábamos haciendo buen fútbol, pero precisábamos ganar un título más importante que la Supercopa, que habíamos conquistado nada más llegar yo a A Coruña.

-¿Con qué instante se queda de aquel día?

-Cuando saltamos al campo. Faltaba más de media hora para empezar y la zona de nuestra afición estaba prácticamente llena. Había un ambiente sensacional. Todo azul y blanco. Creo que ahí empezamos a ganar el partido. Ver a toda esa gente allí nos dio un subidón tremendo. Tanto que saltamos al campo con unas ganas enormes. Y sorprendimos al Madrid, porque le discutimos el balón. Entre la dosis extra de motivación que nosotros teníamos y discutirles el balón, el caso es que los descolocamos.

CESAR QUIAN

-En alguna ocasión llegó a comentar que, en lo personal, el ascenso era comparable, ¿por qué?

-Es que quizá pudiera situarse incluso por encima de los títulos y la Champions. Hay que pensar que todos éramos conscientes de lo que el club se jugaba. Antes de empezar la Liga, Lendoiro nos llamó a Manuel Pablo y a mí. Nos explicó que la situación era dramática y que el club había hecho un esfuerzo para mantener a todos los jugadores, pero que había que ascender como fuera. Que lo transmitiéramos a la plantilla. Que no podíamos pasar un año más en Segunda. Se lo dijimos a los compañeros y el respaldo fue total. Además, desde la afición se nos transmitió un apoyo tremendo desde el instante en que descendimos. No podíamos fallar y por eso subir supuso una liberación. No fue un título, pero como si lo fuera. La celebración fue semejante.

-Otro partido clave en su vida fue el del regreso a Riazor.

-Aquello fue espectacular. Me sentí muy extraño porque jugar en Riazor, después de hacerlo tantos años como local, y hacerlo con otra camiseta... Fue complicado. Pero el recibimiento de la gente fue indescriptible. Desde el momento en el que aterrizamos en Alvedro. Inolvidable.

-Dijo adiós al fútbol profesional, pero sigue jugando. ¿Hasta cuándo?

-Hasta que el cuerpo aguante, que se suele decir. Esto es ya como afición, en el Abrisajac, el club que tengo con mis hermanos. Estamos en la Segunda Autonómica canaria, pero es una forma de echar una mano a los jóvenes y seguir ahí un poco.

«Jugué mejores partidos, pero el que mejor recuerdo me dejó fue el de Múnich»

El Olímpico de Múnich consagró al Deportivo europeo. En su primer partido de Champions de la temporada 2002-2003, el conjunto que preparaba Javier Irureta ofreció todo un recital de juego y goles. Ganó al Bayern por 2-3 con un Makaay goleador y un Valerón asistente. Fue, para el de Arguineguín, el partido que recuerda con mayor agrado, más allá de títulos y ascensos.

-¿Por qué aunque no dio ningún título fue tan importante para usted el partido de Múnich?

-Ese encuentro fue especial por muchas cosas. Seguro que no fue el partido que mejor jugué, pero quizá por el escenario y el rival sí que se convierte en el que mejor recuerdo. Me sentí muy cómodo en el campo y que tuve la suerte de conseguir hacer varias asistencias a Makaay que nunca olvidaré.

-Europa deparó lo mejor y lo peor. Aquel partido contra el Bayern, la victoria en Old Trafford, el Milanazo... Pero también las semifinales contra el Oporto.

-Fueron años de grandes partidos: Arsenal, Bayern, Manchester... El del Milan de cuartos de final fue ese partido que nos elevó a una categoría superior. Por eso aquella semifinal cobraba tanta importancia y la hacía aún más especial. Haber disputado la final hubiera supuesto un broche de oro para todos: club afición y nuestra generación de futbolistas que tan buenos partidos habíamos hecho con anterioridad. Ganarla o no, hubiera sido otra cuestión. Solo llegar allí, ya se habría considerado un premio a todos esos años de grandes gestas.

MARCOS MÍGUEZ

-Pocos dudan de que una final contra el Mónaco habría dado al Dépor la gloria de ser campeón

-Es difícil saber qué habría pasado, pero creo hubiéramos tenido muchas opciones en esa final, porque no es lo mismo disputársela a un grande que a otro club semejante a nosotros. Habríamos tenido muchas opciones, como finalmente se vio, cuando el Oporto ganó. Eran muchos los que pensaban que el campeón iba a salir de nuestra semifinal.

-Su felicidad en A Coruña tuvo que ser enorme para imponerse a los malos momentos de las lesiones.

-Cuando tuve lo de la rodilla fue lo peor que viví. Tenía 30 años. Una edad perfecta. Por madurez y crecimiento, era ideal para seguir explotando mi fútbol. Y caí lesionado. Y llegaron las recaídas. Fue una lesión que, además, podía haber evitado, porque yo venía de haber recibido un golpe en un partido y estar toda la semana entre algodones. Pero al siguiente precisábamos los puntos, el míster me dijo si podía jugar y no lo pensé. Ahí fue el inicio de todo.

«Pedí a compañeros que se bajaran el sueldo»

Valerón fue feliz en A Coruña casi hasta el final. Sus últimos meses resultaron un calvario. Ejerció de todo en la entidad e incluso llegó a interceder ante los compañeros para que se bajaran el sueldo. La presión fue tal que abandonó el Dépor cuando nadie lo imaginaba.

-¿Por qué aquel adiós inesperado?

-Es cierto que hasta poco antes de irme no me había imaginado que el adiós estaba tan cercano. Pero llegó el concurso y sentí mucha presión. Tuve que asumir un papel complicado. Sentí mucha presión sobre mi espalda y necesitaba abandonar A Coruña. No podía continuar ahí.

-El papel de Manuel Pablo y suyo durante esos meses en el vestuario fue complicado.

-Éramos los veteranos del club y creo que en ese momento había que asumir esa responsabilidad. Pedí a compañeros que se bajaran el sueldo. Y es difícil tener que hacer eso. Pero lo teníamos que hacer. Nos expusimos mucho y eso a mí me quemó bastante.

-¿Pero usted no era consciente de la verdadera situación de la entidad?

-Nunca pensamos que fuera a entrar en concurso de acreedores. Sabíamos que las cosas no iban bien, pero no que iba a llegar a ese extremo. Y ahí es donde se complicó porque, claro, les habíamos dicho cosas a los compañeros que... En fin. Ahora ya está todo pasado y no es momento para hablar. Si no quise hacerlo en aquel instante, cuando me fui, tampoco lo haré ahora. Algunos sabemos lo que pasó y ahí queda.

-¿Lo más doloroso fue despedirse con otro descenso?

-No quería dejar al equipo en Segunda y esos meses sufrí mucho porque veía que no tenía solución. Y al final, descendimos. Fue difícil.

-¿Más difícil el segundo que el primero?

-Fueron diferentes. El primero fue un palo duro porque el club llevaba muchos años en Primera y no se había imaginado una situación así. Además, hicimos muchos puntos y no era normal descender con tal cantidad de puntos sumados. Pero en aquel momento no se nos pasaba por la imaginación que se pudiera generar una situación irreversible. Con el segundo descenso sí que pensábamos que eso podía llegar a ser irreversible. El club ya estaba en concurso de acreedores y bajar a Segunda División podía ser el final de la entidad. Sabíamos lo que había en juego y no logramos la permanencia. Por fortuna, todo se solucionó.

«Entre lo extraño y lo importante que fue, me quedo con el gol de cabeza»

El milanazo tiene varios nombres propios. Y entre ellos, el de Juan Carlos Valerón. No solo porque fue el artífice del segundo tanto del partido, ese que por lo temprano que fue hizo albergar las primeras sensaciones de que podía obrarse el milagro, sino porque lo anotó de cabeza, algo inusual en el de Arguineguín.

«Nunca fui de meter muchos goles. Es cierto que los entrenadores me decían que probara más, que me atreviera a tirar, pero yo siempre fui más de pasarla. Y menos de cabeza. No acostumbraba a estar en esa zona en la que uno salta y remata de cabeza. Pero aquel día tuve la suerte de estar allí, rematar y marcar. Entre los extraño e importante que fue, me quedo con el gol de cabeza. El del Milan, por supuesto. Porque aquella fue una noche inolvidable», rememora el canario.

No disponible

Una de muchas noches. Como la de Múnich y aquella victoria histórica. La primera de un club español en el campo del Bayern. «Creo que fue el mejor partido que hicimos en la Liga de Campeones. Hay que ponerlo todo en la balanza. Desde el rival, hasta la competición y, por supuesto, la historia. Nunca un equipo español había ganado en Múnich y nosotros lo hicimos dando una lección de fútbol. Hay que admitir que teníamos un gran equipo y que podíamos jugar muy bien al fútbol. Fueron años maravillosos».

«Con Manuel Pablo lo compartí todo»

No es posiblemente el mejor futbolista con el que ha compartido un vestuario, pero sí ese con el que más se ha identificado no solo durante su carrera deportiva sino también después. Manuel Pablo es el hermano que Juan Carlos Valerón siempre tuvo en A Coruña. Ese del que era difícil separarse. El mismo con el que apostó a ver quién tardaba más años en retirarse.

«Todo el mundo sabe que Manuel Pablo era y sigue siendo mucho más que un compañero para mí. Vivimos muchas cosas juntas. Con él lo compartí todo. Él fue, en parte, responsable de que yo acabara en el Deportivo, porque habló conmigo y me contó las maravillas del club y de la ciudad», recuerda el ahora integrante de la parcela deportiva del Las Palmas.

Por este motivo, cuando Valerón tiene que elegir un compañero no puede hacer otra cosa que echar la vista atrás y recordar sus primeros meses en el Dépor, cuando venía a una ciudad por explorar y se encontró con el apoyo de Manuel Pablo.