Una peligrosa tendencia en el Deportivo a entrar en pánico tras recibir gol

Xurxo Fernández Fernández
Xurxo Fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

GONZALO BARRAL

Si con orden el plan pasa por ser sólidos, en desbandada nadie sabe qué hacer

28 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El adiós se publicó escondido en el último párrafo de una información que parecía no ir con él. Su nombre no asomaba hasta la penúltima línea de un comunicado de 26. «Además de estos cambios en el departamento de seguridad -anunciaba el club en su página web-, el Deportivo no contará la próxima temporada con los servicios del psicólogo Macario Bravo». Sin semblanza de despedida ni más detalle que un agradecimiento al pie. Daño colateral de una guerra interna escenificada también de puertas a fuera en un duelo de comparecencias que fue escalando hasta quedarse sin marcha atrás. Nadie supo entonces templar gaitas y cuando se le buscó sustituto a Víctor la mano izquierda resultó un plus. La función de psicólogo entraba en el lote de Garitano, así que se prescindió del que ya estaba en el club. 

Este curso no ha dejado de momento más que un par de escaramuzas, saldadas con ración de grada, y por ese lado, la situación en Abegondo parece ir bien. Otra cosa es cuando del entrenamiento se pasa al partido oficial. Los nervios con algo en juego se han convertido en otro punto flaco del plantel blanquiazul. Lo ha señalado ya un par de veces Albentosa, erigido en habitual en las duras; comparece siempre que al equipo le ha ido mal.

Ocurrió en Vigo, donde el central salió por la tele reconociendo el preocupante bajón: «En los últimos veinte minutos nos hemos ido del partido y mira qué ha pasado». «En los últimos minutos el equipo no estaba ordenado», insistió. Ya lo había señalado tras otra dolorosa derrota, el 1-2 del Leganés. «Cuando nos meten un gol parece que se acaba el mundo. Tenemos que ser más fríos, con la cabeza templada. Si te marcan no se acaba el partido, queda muchísimo. Tenemos que ser más veteranos», sostuvo entonces. «Nos marcan y no hacemos nada de lo que habíamos hablado. No se qué pasó en los últimos minutos, nos pusimos nerviosos, tensos». Otra vez la referencia a la depresión postgol.

Garitano también lo percibió en el Camp Nou: «Hasta el gol estábamos bien». A partir de ahí, el grupo perdió el norte y encajó otros tres. En el fútbol, la cabeza es tan importante como el pie y ya son varios encuentros en que los coruñeses se desenchufan al primer revés. Cuesta arriba se hace imposible, porque si con orden el plan pasa por ser sólidos, en desbandada nadie sabe qué hacer (ese ya fue uno de los pecados que se le señalaron al míster cuando ejercía en el Valladolid). Ahora llega el Valencia, que solo una vez ha logrado mantener la ventaja tras marcar. Falta quien dé con una fórmula para trasladarle al rival la presión.