Con alma de entrenador desde las primeras patadas

Xosé R. Castro FONDO NORTE

TORRE DE MARATHÓN

11 jun 2016 . Actualizado a las 12:07 h.

Llegó a Ourense con 24 años. En su primera aventura lejos del fútbol vasco (a excepción de una cesión en el Lleida). Y en aquel momento Gaizka ya dejaba a las claras el entrenador que llevaba dentro. Desde el mediocentro gobernaba el juego de un Ourense de tronío (era la temporada posterior al descenso de Segunda) e irradiaba personalidad por los cuatro costados. Porque Garitano, por encima de todo, es una persona involucrada con todo. Con su fútbol, con su tierra y con su manera de pensar y de vivir.

En sus dos temporadas en el Ourense dejó alma de líder. El típico futbolista con peso dentro y fuera del vestuario. Aquella etapa en O Couto le hizo crecer y dejó un poso para toda su trayectoria deportiva posterior. Tanto, que cada año vuelve a la provincia más olvidada de todas para reencontrarse con sus amistades, con las que mantiene un asiduo contacto telefónico. También para pulsar el crecimiento del heredero, una UD Ourense de la que es socio desde el primer día de su creación.

A Gaizka siempre le ha gustado jugar al primer toque, presionar al rival y dotar de intensidad el juego. Lo hizo en la Segunda B vestido de corto y lo repitió después, en la élite del fútbol y cuando le surgió la oportunidad de entrenar. Desde el primer día que tomó las riendas del filial armero hasta que llevó al Éibar a Primera División por la vía rápida.

LLo de técnico le viene de cuna. Hijo de entrenador, enseguida comenzó a coleccionar los títulos al mismo tiempo que finalizaba sus estudios de Periodismo, una profesión que nunca llegó a ejercer pero que entiende como pocos. Porque en un mundo muchas poses y pocas palabras, Garitano habla de fútbol y defiende con hechos sus teorías.

Quizás porque la personalidad también le viene de serie. Hombre de ideas fijas, su seriedad nada tiene que ver con su facilidad para cultivar las relaciones que de verdad merecen la pena. Por el momento, siempre ha dejado huella en todos sus destinos, incluso en Valladolid, en donde duró un suspiro. Desde octubre estaba esperando una oportunidad de engancharse al mundo del fútbol. Sin dejar de aprender. Ahora, la élite le llama de nuevo. En Galicia, en su primera puerta de entrada.