Un golazo en dos actos

Alexandre Centeno Liste
alexandre centeno A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

EDUARDO

Ayer se cumplieron 30 años del tanto de falta de Agulló al Recre, que tuvo que repetir y volvió a marcar

13 abr 2016 . Actualizado a las 15:45 h.

Mediado el mes de mayo de 1986 los españoles se estaban habituando a hacer la declaración de la renta simplificada, Estados Unidos se preparaba para atacar la Libia de Gadafi, Televisión Española prometía televisar el partido de la Copa de la UEFA entre el Madrid y el Inter, y en Barcelona se realizaba el primer trasplante de un corazón que iba a convivir con el enfermo dentro del cuerpo de un varón. Mediado el mes de mayo de 1986, el Deportivo que dirigía Chuchi Aranguren soñaba con regresar a Primera División. Había conformado un equipo competitivo que se codeaba con los primeros de la clasificación. Y aguardaba la visita del Recre (acabó quedándose fuera tras un escándalo arbitral en Oviedo).

El día 12 de ese mes recibía al Recreativo de Huelva, que era tercero con solo un punto más que el conjunto coruñés. Aquel sábado, las cámaras de la Televisión de Galicia, con menos de un año de vida, se daban cita en Riazor para emitir en directo un encuentro que acabaría siendo histórico.

Y es que cuando el marcador reflejaba un 1-0 para el Dépor (el partido acabó 2-1) y Fernández Marín mandaba repetir el lanzamiento de una falta directa que Jaime Agulló había colado por la escuadra izquierda de la portería que defendía Vela, nacía el mito del gol de Agulló. Porque instantes después, el rubio coruñés volvía a ejecutar el lanzamiento. Por el mismo sitio. Y con la misma suerte. Gol. Riazor se venía abajo para celebrar un tanto en dos actos que ni los más veteranos recordaban haber visto con anterioridad.

Su recuerdo

Él sí lo recuerda como si fuera ayer: «Qué rabia me dio. El árbitro me había avisado de que no tirara hasta que no pitara. Lo hizo y yo disparé. Pero lo anuló y me sacó la amarilla. Decía que me había adelantado. Puede que una décima de segundo antes, pero como mucho. Me cabreé un montón, porque no imaginaba lo que iba a suceder después (se ríe). Volví a colocar el balón. El portero amagó a la izquierda, hacia la zona en la que había entrado el primero, como invitándome a tirar por ahí. Entendí que era un truco y lo hice. Fue algo más bajo que la vez anterior pero con la misma efectividad. Qué bonito que fue».

Treinta años después, el ahora empresario, aún se emociona con lo que aquel día supuso en su vida: «Fue algo muy bonito. No pasa una semana sin que nadie me lo recuerde por la calle. Dentro de lo malo de tener que repetir el lanzamiento, me salió bien la historia», se ríe el protagonista.

Lo que más le sorprende de los comentarios es que hay aficionados de todas las edades. «A veces le pregunto a algún chaval que me lo comenta que cuántos años tiene y me dice que pocos pero que lo vio repetido por la tele. Ahí es cuando yo les digo que la tele no repite el gol, que fui yo el que lo tuvo que repetir». Fue una jugada que lo marcó y que, con el paso de los años, acabó celebrando ese cabreo que inicialmente le produjo Fernandez Marín.

«El árbitro del partido se encontró hace poco a Barritos; le preguntó por mí y me mandó un saludo»

La acción que encumbró a Agulló en el ránking de ilustres deportivistas es tan inusual que incluso un árbitro curtido en mil batallas como era Fernández Marín lo sigue recordando con el paso de los años.

«Hace unos meses se lo encontró Barritos de viaje y le preguntó por ?ese chico largo que metió aquel gol de falta?. Le dijo que me diera recuerdos y que no olvidara que gracias a él me había hecho famoso. Que si él no me hubiera mandado recibir la falta, no tendría ahora tanta fama», explica con una sonrisa.

Son unas imágenes que el deportivismo mantiene grabadas en su retina, Agulló también y qué decir tiene de la familia del exfutbolista. Sus hijos, que no lo vivieron en directo, ya han visto numerosas veces esas imágenes: «La primera vez que lo vieron se emocionaron y se fijaron en que también había mandado un balón al larguero. Es bonito cuando cosas así te suceden».

Treinta años después, Jaime Agulló posee una empresa de lavandería industrial. Ha dejado totalmente el fútbol, pero sigue yendo a Riazor, «de vez en cuando». «Tengo tres carnés de abonado, pero habitualmente es mi padre y mis hijos los que los utilizan. Sin embargo, veo todos los partidos, porque el fútbol y el Dépor siguen siendo mi vida».

Una vida futbolística que para él comenzó con diez años, «cuando el Deportivo me vino a fichar al Santa María del Mar». Sin embargo, su estancia en el club blanquiazul tuvo un impás. «Con 14 años, Luis Ucha y el difunto Orlando Vázquez me llamaron para ir al Orillamar. Querían hacer un equipo de modestos con chavales de mi edad y un año más. Y me fui porque entendí que jugando contra mayores era cuando yo podía progresar, no en las ligas de críos en las que todos buscábamos marcar muchos goles. Hicimos un equipo en el que estábamos gente como Ramiro, Chechu, Paco Zas e incluso llegó a estar con nosotros Vicente Celeiro. Quedamos segundos en la Liga sénior. Eso me ayudó a luego poder dedicarme al fútbol», recuerda con orgullo.