Cuando los puños de Areola impactaron en la testa de Arribas y este cayó fulminado, pocos de los 24.000 que el domingo acudieron a Riazor dudaron de que el madrileño continuaría el partido. Porque si algo ha demostrado el central blanquiazul a lo largo de su carrera es que tiene raza y no se arruga ante nadie ni ante nada. La evidencia han sido los partidos que ha jugado lesionado. Así ha fraguado una destacada trayectoria en el fútbol español que está encontrando en el Dépor uno de sus momentos de mayor estabilidad. No pensaba el defensa cuando acudió en busca de su tercer gol como deportivista, ni cuando medio conmocionado renunció a abandonar el césped, que iba a tener competencia en protagonismo. No se imaginaba que su pundonor se iba a ver eclipsado por la sombra y la valentía mal entendida de Fernández Borbalán, que después de mirar para otro lado mientras Arribas era golpeado, no dudó en hacer sonar su silbato ante el roce de Navarro a Samu. Valiente pitándolo en el último segundo. ¿Lo haría también en el Bernabéu contra el Madrid?