El tiempo que tumbó a la Gran Armada

Xavier Fonseca Blanco
XAVIER FONSECA REDACCIÓN / LA VOZ

TIEMPO

Xavier Fonseca

Las borrascas jugaron un destacado papel en este lance histórico

12 ago 2018 . Actualizado a las 09:05 h.

En el siglo XVI la relación entre España e Inglaterra no pasaba precisamente por un buen momento. En el país anglosajón, los Tudor habían instaurado su propia versión del cristianismo, el anglicanismo, que consideraba a la reina Isabel, hija de Enrique VIII, y no al papa, la embajadora de Dios en la Tierra. En España Felipe II buscaba destronar a la reina Isabel y sustituirla por María Estuardo, una católica que vivía encarcelada después de haber sido retirada del trono de Escocia.

El rey español organizó un plan para invadir Inglaterra y para que tuviese éxito, ordenó construir la mayor flota de barcos de todos los tiempos. La historia la bautizaría como la Armada Invencible. La escuadra salió en agosto de 1588 desde el puerto de Lisboa con paradas en A Coruña y el Canal de la Mancha, donde se unirían a los tercios de Flandes para atacar de forma conjunta. El verano parecía el mejor momento del año para la ofensiva pero en aquella época no había partes meteorológicos o instrumentos de medición. Así que, cuando alcanzaron las costas del enemigo, se encontraron con un mar agitado y vientos que soplaban en contra. Además los ingleses tenían barcos más pequeños que les permitían maniobrar con mayor facilidad.

La armada española, acorralada, decidió huir. Para regresar tomaron la ruta más larga, rodeando el Reino Unido por el Mar del Norte. Lo que parecía una vía de escape se convirtió en una auténtica pesadilla. En un período en el que no había información sobre la latitud y la longitud, las naves desconocían cómo de lejos estaban de la costa. Con un poco de viento intenso que soplase de mar a tierra, los barcos ya naufragaban.

Los españoles fueron directos además hacia una auténtica tempestad. A finales del siglo XVI, el mundo sufría los coletazos de la Pequeña Edad de Hielo, una etapa de bajas temperaturas que afectó sobre todo al hemisferio norte. La ciencia cree que el origen de este descenso de la temperatura media que duró tres siglos fue provocado por una escasa actividad solar y un incremento de las erupciones volcánicas. El avance del frío tuvo consecuencias en la atmósfera. La corriente en chorro se encontraba más hacia el sur de lo normal aquel verano. El aire polar alimentaba a las borrascas, como ocurrió durante el último invierno en Galicia. El fuerte temporal de viento y oleaje fue para los barcos más letal que los propios ingleses. De las 127 naves que partieron con la idea de invadir Inglaterra solo regresaron 65. Felipe II pronunció después aquella famosa frase. «Yo no envié mis barcos a luchar contra los elementos».