Vestirse a los 40 años como a los 20

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Radiografía de los teenagers tardíos, orgullosos Peter Panes que repudian los trajes sobrios; que abrazan las deportivas, los monopatines y las sudareras de capucha; que recuerdan con nostalgia la voz y la melena despeinada de Kurt Cobain

18 dic 2014 . Actualizado a las 14:09 h.

Estamos cansados de escuchar que los 30 son los nuevos 20, que los 40 son los nuevos 30, y así hasta la eternidad. Es un hecho que los avances sociales, tecnológicos y sanitarios, incluso las nuevas tendencias estéticas, han retrasado la llegada de la madurez, sobre todo la física, que hace un siglo era terroríficamente repentina. Uno dejaba de ser joven y de la noche a la mañana ya era un adulto, sin paños calientes. Con cargas laborales, familiares y económicas; con obligaciones que hoy generan más pánico que envidia y con pintas de haber sido un señor/señora toda su vida.

Pero no es ese acelerón, alimentado por el cine y la cultura pop, que entró en ebullición a finales de los 70, lo que ocupa nuestra concienzuda radiografía, sino aquellos que se plantaron en el camino y dieron el alto al paso del tiempo. No nos referimos a los prendados de la dieta del bisturí. Ni tampoco al legendario club de los 27 que, tras una vida de excesos, se marcharon al otro mundo antes de cumplir los 30. Hablamos de los adultos que peinan canas con alma de adolescente, de los nostálgicos noventeros, de los que no han cambiado su manera de vestir desde el instituto y de los que comparten hobbys con sus hijos quinceañeros.

El Peter Pan común acostumbra a tener al menos una bicicleta Fixie y un par de monopatines almacenados en su trastero; incluso, si nos ponemos exquisitos, una tabla de surf con pegatinas desgastadas de crestas de olas. Frecuenta salas de conciertos aunque se desmarque de la media de edad reinante, prescinde de vasos y prefiere beber la cerveza directamente de la botella, juega a la consola a pesar de haber cruzado ya el medio siglo, sube los pies a la mesa del salón, no se afeita o se afeita poco y, en su versión femenina, suele lucir melena larga y algo quemada por el sol. Al maduro-teenager se le pone un nudo en la garganta cuando recuerda las chaquetas de lana y los acordes de Kurt Cobain, no tiene problema en subirse al carro de cualquier moda nueva, se apunta a los deportes extremos, a los viajes por carretera y desprecia la vida sobria, serena y, sobre todo, aburrida.

Estéticamente, es sencillo reconocerle. La adolescente tardía se peina para parecer que va despeinada, nada le gusta más que una camiseta con mensaje, mejor si tiene aspecto de vieja, mejor aún si hacer referencia a algún grupo de rock. Se rinde también a las prendas deportivas, sudaderas acolchadas o con capucha, beisboleras y su gran adquisición de culto, las deportivas; y en su armario no faltan las parkas, con estampados aztecas o militares, los vaqueros rotos y lavados a la piedra, los jersey de punto y las chaquetas de lana largas, mejor con motivos étnicos, las cazadoras oversize repletas de trabillas, tachuelas y cremalleras, los botines de cordones Panama Jack y, redoble de tambores, las camisas de cuadros. ¿Y él?

Suele llevar barba de varios días o, directamente, larga y poco cuidada. Pero nunca llevará las mejillas como la piel de un bebé. La piedra angular de su uniforme es la camisa de cuadros que alterna, igual que ella, con sudaderas de capucha y cremallera, parkas y vaqueros, estrechos en el tobillo, y caídos en la cadera. En los pies, zapatillas. No importa que vaya a ser abuelo, que trabaje en una multinacional o que se esté quedando calvo. Plumíferos, mochilas y hasta gorras acaban de completar su armario. Su espíritu, siempre joven.

*Todas las prendas, las puedes encontrar en la nueva colección de Green Coast, en El Corte Inglés.