Los diez detalles más originales para que una boda sea inolvidable

La Voz REDACCIÓN

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Que sí, que tienes licencia para convertir tu gran día en un descomunal y original evento

01 sep 2014 . Actualizado a las 19:19 h.

Haz que cuente. Que tu boda sea como siempre la has imaginado. Que te acuerdes de ella toda la vida como un momento único, original, solo tuyo y de los tuyos, empapado de nervios en el estómago y muchos recuerdos a los que regresar. Olvida los prejuicios y las costumbres establecidas, las tradiciones rancias, los consejos de todos los expertos en eventos nupciales, las cargantes recomendaciones de los que se creen que lo saben todo, y déjate ir.

Haz, en definitiva, lo que te de la real gana. Rompe moldes. Porque una boda es solo cosa de dos. Los demás son solo espectadores. Y el espectro en el que columpiarse para celebrar un momento de tal envergadura hace ya tiempo que no tiene límites. Que igual de respetable es caminar de blanco y chaqué por el pasillo de una catedral, intercambiar alianzas, bailar el vals y repartir puros a los invitados como entonar los votos matrimoniales al aire libre, disfrutar de un picnic de lujo, incluir un concierto de rock, con sofás de colores para los invitados, y acabar la velada tirándose de cabeza a la piscina. Diez detalles para disfrutar como un enano cuando llegue el gran día. Los invitados no querrán volver a sus casas:

-Una invitación que deje huella. Las tradicionales, las de los sobres discretos de color café con leche, en aburridas cartulinas con tipografía del siglo pasado, están en peligro de extinción. Convoca a los familiares, amigos, colegas, respectivos y a algún conocido al que quieras invitar a la ceremonia con diseños propios, elaborados a mano (en papel vegetal, acuarela, imitando una entrada de un concierto, un cartel de cine), mensajes virtuales o propuestas audiovisuales originales: un vídeo de los novios haciendo un llamamiento general o cualquier otra variante (monólogos, montajes, una escena de alguna película...).

-Escoge una temática. Lo más, últimamente, es celebrar una boda campestre, una jornada con aires de folk, con invitados ataviados con tirantes y botas e invitadas con vestidos por la rodilla, encajes y katiuskas; con paja por todas partes, farolillos, comilonas sofisticadas y flores en el pelo; bancos de madera, manteles de cuadros y todo tipo de cervezas. Pero las alternativas son infinitas. Una boda punk, por ejemplo. Asistentes con tachuelas, concierto tras la ceremonia, joyas extravagantes, vestido corto para la novia después del baile, muchas cremalleras, apliques en el pelo y redecillas negras sobre la cara.

-El photocall, que sea divertido. También hace unos años que el rincón del photocall en una boda es indispensable. ¿Los más recurridos? Ahora, los fotomatones. Están hasta en la sopa. Si quieres ser un poco original, encuentra tu photocall adecuado, relacionado contigo, con tu pareja, con algún significado. O reinventa los clásicos. Cinematográficos, con bocadillos de cartón para escribir diálogos, con bigotes y marcos donde colocarse, como las sesiones de fotos antiguas, con las plantillas de cuerpos de cartón para poner solo las caras o con una luna gigante donde sentarse e inmortalizar el momento.

-Llama a un superhéroe. ¿Por qué los niños tienen que ir vestidos de pajes y las niñas de princesas? ¿Les gusta a ellos enfundarse en esos incómodos atuendos? ¡Disfrázalos de superhéroes!

-Llena tu boda de mensajes, pon pizarras donde los invitados puedan escribir palabras, paneles gigantes que puedas guardar para acordarte siempre. Escribe frases de canciones, de películas, carteles para indicar los diferentes ambientes y rincones, cuelga de un corcho la disposición de las mesas, indicále a cada uno con llamativos indicadores donde tomar asiento...

-Muévete con gracia. Nada tiene que ver con el sentido del ritmo, sino con el medio de transporte escogido para llegar a la ceremonia y escapar de los sacos de arroz y de los pétalos de rosas al acabar la boda. Un tractor, una vespa, una volkswagen californiana... algo que se aleje del clásico Rolls Royce.

-Escoge una ubicación personal e intransferible. Adiós a los restaurantes arcaicos, a los hoteles insustanciales, a las fincas casposas. Apuesta por una localización especial y original, como una gran terraza sobre un acantilado, una azotea en la ciudad, una fábrica abandonada, un teatro, un parque romántico.

-Adiós pinchadiscos, adiós Paquito el Chocolatero. Hola concierto en vivo, hola versiones de los Beach Boys, de Nirvana, de Arctic Monkeys. Convierte tu baile en una suerte de festival íntimo. Coloca tumbonas, hamacas y cómodos sofás, cojines y puffs y contrata a alguna banda de barrio que interprete todo tipo de temazos, atienda a peticiones y se lance a sorprender con alguna canción propia. Y huye del reguetón.

-La atmósfera. Tipis indios (tiendas de campañas de piel, originarias de los indígenas americanos) gigantes, en lugar de carpas, donde reunir a todos los invitados alrededor de mesas originales, sillas vintage y decoración rústica. Otra idea es recurrir a carpas con el techo transparente y hacer la boda de noche para poder ver las estrellas.

-La diferencia está en los detalles. Puestos de limonada, chiringuitos de madera para servir gin-tonics, muñecos peculiares en la tarta, regalos personalizados a diferentes invitados, coreografías, proyecciones, un buzón para que los invitados dejen su mensaje en postales.

Otras ideas en el portal de bodas de El Corte Inglés.